Ir al contenido principal

Traum.

Salgo a vivir por las mañanas.
Me río siempre que veo un gato negro o cuando una persona no me devuelve el saludo por la calle. Constantemente intento creerme superior a lo que he sido y eso es porque no me caben los huesos en el cuerpo de tanta presión. Que la presión en los tiempos que vivimos es la agonía de tener todo aquello que no sabemos mantener con nosotros.
Siempre he pensado que si desperdiciamos algo es por la absurda manía que tenemos de decir que lo que viene será mucho mayor que lo que se va.
No tenemos ni puta idea, realmente. Yo, por ejemplo, los cubatas me los suelo pedir un poco más cortos por si existe en el mundo alguien un poco más alcoholizado que yo y lo necesite.
Por culpa de las oportunidades no tengo un mayor afán por hacer las cosas bien. Simplemente me sale del corazón aquello que mi cabeza dice que está en otro idioma y yo siempre fui demasiado perezoso a la hora de ir a clases.
Acabaré en una alfombra, tumbado, viendo como pasa mi vida montada en un cohete que destruirá la cura contra la soberbia.
De vez en cuando sueño, que estoy en un clímax y solo llevo una espada de plástico, que el desastre más potente que es capaz de causar es la contaminación de uno de mis polos sobrenaturales.
Al menos, para mí la fuerza es la capacidad de echar fuera todo lo que no se quiere quedar dentro.
Un amigo mío me contó que logró domesticar un sentimiento, y no le fue mal del todo. Al principio, mordía por la rabia, pero la rabia que tienen este tipo de cosas no es contagiosa, lo máximo que puedes llegar a sentir es que te rompes pero muy poquito a poco, aunque notes que te caes desde un 21.
Imaginaros la situación, una persona que dice que mañana volverá a ser un día de mierda como el de hoy no va a pegar un brinco de la cama al despertar, pero yo le invito a que se quede cinco minutillos más sin respirar y logre comprender que respirar es vivir y también es necesario.
Me la jugaría demasiado si dijera o quisiera afirmar que el dolor es un buen amigo cobarde que ha pisado tanta mierda que lo está dejando todo totalmente perdido de un olor insoportable.
El trecho entre hechos en realidad tiene las mismas dimensiones que una regla de tres y ni por esa nos salvamos. Estamos tan destinados a morir que el recuerdo tampoco nos hará estar vivos.
Los recuerdos también mueren, solo que son los típicos graciosillos que mienten para caer bien y conseguir quedarse un poco más. El alma es una caja de cartón que si la cierras con llave te hacen un agujero por uno de los laterales. O por debajo, que es una de mis posturas favoritas.
Jamás olvidaré aquella vez que me dijeron que luchara por mis sueños pero luego me obligaban a levantarme a las ocho de la mañana. Y ahí es donde yo me maquillaba el día y salía a vivir. Porque si sientes que estás vivo notas a los demás un poco más muertos que tú y eso te causa el bajón del siglo.
No quiero que nadie se muera,
pero si algún día lo hacéis recordad esto que he dicho:
quiero un lugar para mí y mis demonios, nadie sabe alimentarlos como yo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

A mi pesar.

 Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo.  Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...

Ya no quiere ser fuerte.

Ya no salta. Piensa que se ha hecho mayor y que ya nadie quiere jugar a ser el astronauta que va saltando sobre sus lunares. Dice que está triste, que el mundo está triste. Y eso la hace estar más triste aún. Se le ha escapado una sonrisa, corred y pedid un deseo. Deseo no estar aquí. Deseo ser libre atada a sus brazos. No me acuerdo, pero era preciosa. Y educada, siempre me preguntaba si quería echar otro. Adivinadlo, no estoy hablando de pitis. Cuando el sol se pone su mundo se agita, se vuelca, se consume. No se siente capacitada para vivir sola, y define sola: sin ti. Mira por la ventana buscando excusas, un viento que venga con propósitos y dos cojones para reformar su corazón, su cajita fuerte. Grita a sabiendas de que no la escuchan, pide auxilio en voz baja porque no quiere que nadie la suba a su espalda. Le dan miedo las alturas, pero volar es su hijo pequeño, el amor arcano del que no ve sólo porque no quiere ver. Hace laberintos en su mente, se pierde por un mundo que...

Bajo cero.

Apostaría y empezaría todo esto por el final, pero  las cosas se complican si tu ya no estás en mis finales. Si ya después de despedirnos no miras atrás por si yo también  lo hago. Porque lo hago.  Las cosas tropezaron cuando, por inercia, dejaste de ver al mundo como  nuestro reflejo al pisar un charco.  Nos hicimos polvo cuando  el invierno decidió ponerle un  grado menos a todo esto, cuando el brillo de tus ojos  se disfrazó de querer seguir aquí, mientras todo el resto de tu cuerpo había salido corriendo.  Porque el hielo quema, y tu risa da vida.  La suerte habla por ahí de ti, y vaya si da envidia.  Empezar por querer, y querer acabar por quererse.  Ojalá el amor fuera poesía, chocolate, películas y palomitas.  Y no tú, ni las caricias porque sí. Me cuesta mirar a través de ti, y si te quitas del medio me quedo ciego. Será cierto que no quise darme la vuelta, pero es que tu paisaje era tan bonito. No sé, por estas co...