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Mostrando entradas de 2018

Confusa concepción de amor.

“La vida oscila, pues, como un péndulo entre el sufrimiento y el tedio”. –Schopenhauer El sentimiento ha sido estudiado en torno al punto filosófico desde los griegos cuando Aristófanes afirmó que el amor es el sentimiento más grande que tiene el ser humano y que nada se puede comparar con el placer de sentirlo.  Por otro lado, Platón  culpaba al amor de poseer al ser humano por sus faltas y no por su voluntad, pues es una condición del ser humano el desear lo que no se tiene, aburrirse cuando se tiene y desecharlo para necesitarlo otra vez. Un círculo vicioso en el que se encuentran la mayoría de las personas en la actualidad. Spinoza tenía una idea que se ubica en medio de las afirmaciones pasadas; el hombre ama porque le causa una alegría, pero dicha alegría viene de un estímulo exterior que lo hace querer más del otro que de uno mismo. Así, el deseo y la pasión con la que ejercemos el derecho de amar sigue siendo un estímulo social, una forma de adaptación con n

La oscuridad es un trozo de luz infravalorado.

Me ha dado por encerrarme hasta gotear soledades. Martirizarme hasta el punto de no saber dar más porque saber qué entregar y no hacerlo me sigue pareciendo una falta de respeto. Me ha dado por afrontar los problemas sin hacer caso a las soluciones. Por subir a escaleras sin peldaños y adornar las calles con el color más gris de la escala de grises. Está bonita si cierras los ojos. El flujo de sucesos meridionales contrapuestos al color lo discuten tres idiotas principales, de los cuales si se insultan entre sí, acaban formando un sin fin de maneras de pintar la vida. Imagina la que nos ha tocado observar. El negro es un insulto. Un color obsoleto y amoldado para aquellas personas que quieren respirar, y lo hacen de la manera más abstracta que conozco: la de los errores que otros cometen y luego no pagan. La última vez que vi un coche amarillo pensé que la vida podría tener esos momentos en los que se producen una pausa, vuelves al pasado y ocurren todas esas

Casi nunca soy lo que me propongo.

Yo creía que, al final, todos íbamos a cambiar. Que el chico obstruido al final de la clase terminaría dando una lección de sonoridad. Que la chica acusada de todo acabaría convirtiéndose en la culpable de la felicidad de los demás. La aceptabilidad a la astucia también hace que las personas evolucionen.  Todos, en algún momento, daríamos la sorpresa esperada. De eso va creer, pensar que, imaginar. Adaptar una conciencia inminente. Un chorro de conceptos que pisotearían a la persona que fuimos. Incluso pensé que podíamos dar patadas al futuro. A lo que seremos. A lo que queremos ser. Una patada a la boca que escupe. A la boca cerrada. A la lengua desatada. Y no.  No todos cambiamos. Solo metamorfoseamos a perspectivas diferentes. Hoy soy yo, y mañana, quién sabe. Lo mismo soy lo que otro ha destruido. Lo que han decidido crear. Pero casi nunca soy lo que me propongo.

La mentira es una cura falsa.

Mentiría si pudiera y te suplico que lo hagas, que la cobardía no aguanta súplicas de hervores obscenos, no sabe de errores porque ignora todo acierto capaz de tropezar dos veces con el mismo beso. Mentiría si supiese y te suplico que me obligues. A veces pienso que hablar mal de alguien mata el miedo que aterra a esa persona por la sensación de terminar siendo conquistada por él. Miénteme si eso va a hacer que te piense menos. No menciones mi nombre si mi recuerdo no te llama, ni tampoco martirices a mis polillas porque aleteen a juicio propio alrededor de tu luz. Miénteme si me quieres más de lo que pido, si no llegamos a fin de mes y esta vez tampoco podremos hacer más que encerrarnos con la nuestra. Te mentiría si te quiero menos de la cuenta porque no me saldrían las sumas necesarias para llegar a un final después de tanto principio. No me gustaría sobrevivir a la caída de un precipicio mortal. Miénteme si tengo algún prejuici

Naufragio I.

Extraña como la grieta profunda que no ampara, como el rayo que termina por cesar en picado, acantilado que en el alma vive sosegado y preso por mi cruz en la altitud no deseada. Maldito calvario de punzantes espadachines apadrinados en la hambruna de aquel que los cría, que por medicina tosca todos los malvenires no apacigüen el amargo sabor del alma mía. ¡Ay mi Dios! ¿Cuál es el precio del amor insistente? Que por sentir se acongoja y asciende por las ramas tras partir de su lecho dicha dama de la muerte. ¿Qué más? Si no hay, si no tengo, si no dispongo. Que viajé por bocas y por perdido me di entero, por la orilla de su risa, rendido, toqué fondo.

Apnea.

No he llorado mares pero sí he seguido ahogándome en charcos. Cuántas veces habré subido a lo más alto para verlo todo desde tus ojos. Desde tu perspectiva. Vuelvo al lugar de hoy para ver que lo que he perdido solo es un trozo de todo lo que me queda por perder. Y hoy solo es otro día que respiro como si nada. Como si todo. Antes de ti, la última vez que dejé de respirar, un médico me miró a la cara y me dio guantaditas en la espalda hasta conseguir hacerme llorar. Ahora los guantazos me los doy yo mismo, pero puede que termine llorando el doble. Una vez llovió en invierno y fue la primavera la que rescató a todos los pececitos de colores que uno dibuja cuando, emocionalmente, se ha cumplido. Tú me besabas y yo me cumplía. Un sueño se cumple en el mundo cada vez que me besas. Me pesa decírtelo, pero si no lo hago me aplasto. Me hago pequeñito, me abrazo a un cuchillo. Ya sé que da rabia que no te quieran como si no supiesen hacerlo. Por esa razón me hice testigo del crimen que supone

La chica del pan.

Yo solía salir a correr por las mañanas. Cuando bajaba el último escalón que separa mi humilde hogar del inhóspito mundo llamado calle, no me quedaba más remedio que levantar la cabeza e intentar parecer gentil y humilde con todas las personas que me cruzara. -Esto no siempre sale bien, porque hay ancianos que son muy hijos de puta-. Hay gente que vive dos casas más abajo de donde tú, y no te saludan cuando desenvaináis las miradas. Es una situación extraña. El primer balazo del día. Cuando acepto el fracaso como persona poco luchadora y especialista en almacenar secuelas, retomo el camino que me propuse al abrir mis preciosas pestañas y suspiro con un tono casi ilegible para mí mismo ‘‘no pasa nada, solo es una persona más’’. Y claro, en cierto modo no dejaba de tener razón. Al llegar a casa me preparaba un sándwich que no me llenara mucho el estómago. Y no, no era para que fuera acorde con el vacío de mi vida, aunque podría ser. No solía tener nada planificado para el resto del día

Algo grande.

Tengo la sensación de que vine al mundo para hacer algo grande. Y eso que carezco de todo tipo de súper poderes. Una vez fui invisible pero, en parte, era un minúsculo saco de huesos que distorsionaba el círculo social que habitaba. No era invisible, pero sí sentía que lo era. Me veía debajo, al lado, a cientos de kilómetros de cualquier personalidad de provecho o destacada. Estaba ahí, pero no sabía por ni para qué. Era bastante raro. Poco a poco fui adquiriendo conocimientos sobre las personas, me abrí a nuevas carencias o necesidades públicas que parecieron influenciarme hacia un nuevo camino que traía consigo las causas suficientes para empezar una nueva guerra. Me tocó luchar por ser otra persona, por querer ser otra persona. A fin de cuentas, uno se convierte en muchas cosas a lo largo de la vida sin tener que recurrir a la transformación obligada. Subí a algunos rascacielos buscando la perspectiva perfecta para contemplar una lluvia de estrellas y, acto seguido, me lancé hacia

El amor nunca ha sido rosa.

Dejan huella por no decir agujeros. Se quieren tanto que duele, así, son las cosas. Uno no acepta que el daño es necesario hasta que lo hace, a nadie le gusta ser víctima de un asesino indomable, estremecedor o acústicamente adictivo. Todo suena mejor cuando estás empapado de ello, cuando al fin y al cabo te ves impregnado de un olor incandescente, un hallazgo que da a tu vida un giro de tropecientos grados. Y es que lo jodido de dar tantas vueltas es que jamás sabrás si caerás de pie o darás con los dientes en el suelo. Yo ya caía de canto cuando las monedas no valían ni un duro. Se quieren tanto, que el cobijo es suficiente. Estar amainando tormentas en cuerpos ajenos se ha convertido en deporte olímpico, nadie persigue la medalla que otorgan al que más tiempo se quede, con la única y exclusiva excusa de saber permanecer. Se quieren tanto, que forman una revolución. Nadie hace caso a sus principios cuando empiezan a pensar en un final. Todos tenemos muy claro lo que querem

Catacumbas.

No me acuerdo de cuántas veces tuve que bajar para recordar por qué he subido. Incluso he llegado a pensar que la tristeza es necesaria y que mi último aliento no es más que ese que sale de tu boca. Estar en un lugar inferior al que ocupan los demás te enseña a ser superviviente en cada uno de ellos. Finjo que estoy triste porque ya hay demasiadas personas fingiendo lo felices que son. Y eso que sigue muriendo gente en el mundo. Me gustaría ser capaz de transformarme en cirujano por un día, abrir en dos todo aquello que no tiene sentido y vengar a todos esos gatos que murieron por culpa de la curiosidad. Si nos ponemos así, hasta la vida es una asesina. Nuestra asesina. Intento volcar el sentido de las cosas por si vuelves, por si decides que nunca estuviste más completa que aquella vez que juntos nos hicimos añicos. Porque pienso que las cosas que se rompen tienen un valor incalculable. Las perspectivas se difuminan, los para siempre se desvanec

Apoteosis.

Eres un mar insufragable, la verdad más idónea, el momento perfecto en el lugar equivocado. No encuentro la manera exacta de llegar a ti. Me confundí con las indicaciones, seguí los pasos a rajatabla y acabé enjaulado en una cárcel de astillas. Siempre pude ver todo lo bueno, soy capaz de domesticar al vacío más inestable, ese que acojona a los invencibles. Eres inexplicable, como todo lo que casi no sucede. Pero pasas, ocurres, y el planeta se divide en dos. He superado las barreras de lo común, ya solo me queda volver a casa. No recuerdo mi hogar desde que fueron tus manos las que me guiaron hasta aquí. Olvidé el protocolo que intenté seguir para olvidar. Perdí la esperanza por no perderte a ti. Lo que realmente deja mal sabor de boca es lo que no te llegas a comer, y mis colmillos no saben gotear otra sangre. Soy todo corazón, raciones de tripas y secuelas en los párpados. Veo feliz al que no lo es del todo. Sonrío a la persona más triste del