La miré a los ojos sin pedirle permiso. Abrí la puerta sin preguntar quién era. Me lancé al precipicio sin estudiar la caída y la altura era lo más parecido a intentar enseñar a alguien a querer de verdad. Y lo que sea de verdad, es conmigo. Porque si es conmigo ahí estás tú; porque si estás tú en alguna parte estaré yo. Ese día no me iba a poder permitir una excusa, una razón por la que olvidar otras muchas razones. Pero calma, creo en las casualidades y si esta vez soy yo quien llamo, ahí estarás tú con esa sonrisa.