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Mostrando entradas de abril, 2020

Periféricos 34 y 47.

Nos han robado la energía de un mar irrevocable. Bucaneros cargados de pólvora explotan un atardecer. Sé más de mí por cómo que por cuánto. He llovido tardes que olían a sangre antes que a jazmín. Me he dibujado el contorno de la risa de un domingo y he tarareado las comisuras de tu estirpe. Nos han exiliado del recuerdo y del país donde morimos. Porque hemos muerto más veces de las que escribí y la intuición me ha contado verdades que nadie abre. No duermo entre leones desde que mi casa es horizonte y he perdido el miedo a los monstruos desde que de ti nace mi hogar. Pero sigo echando tanto de menos los soles que se entrecierran a la hora exacta en la que un gallo empieza a perder la voz. Solía decir que me conformaba con verte resurgir de las cenizas del fénix al que acosamos por placer. Horas y horas de amotinamiento que carecen de subcauces que nos lleven al destierro del frágil y redondo o plano y desconocido. No hay cielo que por pobre se nuble ni cen