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Mostrando entradas de 2023

La rueda.

Me niego a pensar que no. Quiero decir, en la posible ficción que se crea en tu rubor y mi asfixia. No puedo ejercer con tanto jugo. Hace unos días, pensaba en los demás, en sus ojos. En lo que ven, lo que captan, lo que observan. Y no son tan capaces como nosotros. Porque si tiro más del hilo, encuentro una punta anudando a otra, un extremo consolando a su reverso. Y no es así como las distancias se plantean. Hay veces que uno las atora, las diversifica de tal manera que uno conversa con la interperie y uno reflexiona a gusto del consumidor. ¿Cuánto tiempo debemos mirarnos? Un segundo, uno, y ya han pasado veinte. Si intento materializar el éxito que supone pasear en ti, con tus puentes y cornisas, mantendría un fin arquitectónico y una deuda posiblemente insaciable hasta el resto de mis días. Me refiero, esta atracción ya no cabe en mi mesita de noche. Me devuelvo al lugar donde empecé y me dibujo, sentado, mientras te explico cómo funcionan los literatos y el romanticismo, que el si

Otro poema al que no pienso ponerle nombre.

 Una corriente que fluya como un río sin pena, que, del hedonismo haga un vórtice y se apiade de la bandera. Que hundas la ira con el celo, la víbora con la felina, el juglar con el apenado. Yo sé, ni idea, pero lo intenté. Sincronizar la brazada y el anhelo, volcar lo inhóspito hasta que se rompa el tedio. Izar, trasnochar, verter, aullar, desmedir, puntiagudizar , roer. Nunca un verbo tuvo tanta responsabilidad. Nunca una palabra tuvo tanta culpa. Nunca un poema tuvo ni una mísera solución.

He pecado.

Hasta que la gota aprenda a colmar, supongo. Se supone que es así de necesario, como el albor trata a los ojos que lo contemplan. Buscando el rasguño de paz, la calada de sosiego. Nunca ha sido nunca.  El azar se repite, la judería deshabitada. Intenté encontrar un columpio libre, no un parque vacío. Gusanitos llegan, gusanitos van. Unos mutan, otros matan. Unos flirtean, otros se estremecen. No son tan largos los años.  Lleva siendo mentira desde ayer, desde que decidí creer. Desde que dije sí a lo que siempre dije no. Desde que las nubes se encierran a llorar. Desde que el desierto es capaz de ahogarse. Kilómetros de silencio, años luz de oscuridad. Así es la astronomía, un mausoleo de estrellas dignas de haber muerto. Ya casi estoy.  Fermenté en la aceptación, calcinado hasta el hueso, como los huracanes se llevan hasta lo que no necesitan. Épocas catalogando momentos, canciones que consiguen sacar el sabor de la desgracia. He pecado, pero aún estoy planteándome si voy a arrepentirm

Irse y huir.

La letanía que me hace despertar es la misma que me condena. Una sinfonía exacta: tres, cero, cuatro. Los números no se equivocan. Tampoco lo hicieron las personas que se fueron. Pero porque una cosa es huir, y otra irse. Huir parte de una súplica, indebida, tal vez, hacia dentro. Pero irse es cosa de valientes, irse cuesta mucho más. Decirlo en voz alta, maldecir tres veces haberlo dicho, cumplirlo. Ese es el plan. Marcharse. Obligarte a olvidar, a dejar atrás, a extrañar, a dejar de sentir por los sentidos. No al gusto, tampoco al tacto. No se oye más, ni se huele, ni se ve. Se bifurca , se pelea uno con uno mismo, se prohíbe, se delata. Por supuesto que tiene que ver con quien se queda. Es decir, mantienes algo, lo que ocurre es que ni puta idea. Algo dócil, que estremece, que suena a verano, ahí hubo calma. No la hubo, la ofreció. Irse es cosa de locos porque huir lo es más de tontos. Y yo soy un poco las dos cosas, porque he estado tan loco por irme, que me he sentido increíblemen