Ir al contenido principal

Última bala.

¿Por qué no disparas de una vez?
Si algo enseñas es el tiempo, ese que nos queda, el que tenemos.
Enseñas que sí, que podemos manejarlo. Que quizá no se pueda parar, adelantar o volverlo atrás. Pero sí que podemos elegir con quien lo pasamos.
Y pasar tiempo contigo es hacerme su dueño, bailar con el reloj. Que no me olvide.
Estás malgastando el tuyo, ¿por qué no lo haces?
Una vez me dijo alguien que estaba enamorado, que no poder estar con la persona que lleva amando media vida es lo más parecido a estar muerto.
Que te destroza que su risa no sea por culpa tuya. Que su felicidad ya no te anime los días grises. Vamos pequeña, eres fuerte. Aprieta el gatillo.
Nunca me iré del todo, te lo prometo, es una cualidad que tenemos casi todas las personas.
Prometo entrar despacio para que no me notes,
en cuclillas para jugar al pilla-pilla con tus bajones hasta hacerlos desaparecer.
Incluso puedo estar ahí si quieres estar sola, no haré ruido,
nunca lo he hecho,
no lo suficiente.
Dispara, soy un blanco fácil. Todo lo demás está muy pero que muy negro.
Sabes, cuando menos lo esperas va la vida y te sorprende, y no sé si será que me la paso esperándote. Pero calculo que a unos milímetros de ti, el mundo forma ese caos bonito que te hace estar triste.
Porque cuando amas a alguien,
cuando tienes a quién ir,
vas más rápido yendo despacio.
Y eso es como pedir una tregua,
un deseo y ver poco a poco cómo se va cumpliendo.
Vas siendo feliz, y todo eso con un disparo.
Así que decídete,
yo estaré aquí, allí, donde sea,
siempre contigo.
Imagina que es la última bala en tiempos de guerra,
no querrías fallar, ¿no?

Comentarios

Entradas populares de este blog

A mi pesar.

 Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo.  Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...

Ya no quiere ser fuerte.

Ya no salta. Piensa que se ha hecho mayor y que ya nadie quiere jugar a ser el astronauta que va saltando sobre sus lunares. Dice que está triste, que el mundo está triste. Y eso la hace estar más triste aún. Se le ha escapado una sonrisa, corred y pedid un deseo. Deseo no estar aquí. Deseo ser libre atada a sus brazos. No me acuerdo, pero era preciosa. Y educada, siempre me preguntaba si quería echar otro. Adivinadlo, no estoy hablando de pitis. Cuando el sol se pone su mundo se agita, se vuelca, se consume. No se siente capacitada para vivir sola, y define sola: sin ti. Mira por la ventana buscando excusas, un viento que venga con propósitos y dos cojones para reformar su corazón, su cajita fuerte. Grita a sabiendas de que no la escuchan, pide auxilio en voz baja porque no quiere que nadie la suba a su espalda. Le dan miedo las alturas, pero volar es su hijo pequeño, el amor arcano del que no ve sólo porque no quiere ver. Hace laberintos en su mente, se pierde por un mundo que...

Bajo cero.

Apostaría y empezaría todo esto por el final, pero  las cosas se complican si tu ya no estás en mis finales. Si ya después de despedirnos no miras atrás por si yo también  lo hago. Porque lo hago.  Las cosas tropezaron cuando, por inercia, dejaste de ver al mundo como  nuestro reflejo al pisar un charco.  Nos hicimos polvo cuando  el invierno decidió ponerle un  grado menos a todo esto, cuando el brillo de tus ojos  se disfrazó de querer seguir aquí, mientras todo el resto de tu cuerpo había salido corriendo.  Porque el hielo quema, y tu risa da vida.  La suerte habla por ahí de ti, y vaya si da envidia.  Empezar por querer, y querer acabar por quererse.  Ojalá el amor fuera poesía, chocolate, películas y palomitas.  Y no tú, ni las caricias porque sí. Me cuesta mirar a través de ti, y si te quitas del medio me quedo ciego. Será cierto que no quise darme la vuelta, pero es que tu paisaje era tan bonito. No sé, por estas co...