¿Por qué no disparas de una vez?
Si algo enseñas es el tiempo, ese que nos queda, el que tenemos.
Enseñas que sí, que podemos manejarlo. Que quizá no se pueda parar, adelantar o volverlo atrás. Pero sí que podemos elegir con quien lo pasamos.
Y pasar tiempo contigo es hacerme su dueño, bailar con el reloj. Que no me olvide.
Estás malgastando el tuyo, ¿por qué no lo haces?
Una vez me dijo alguien que estaba enamorado, que no poder estar con la persona que lleva amando media vida es lo más parecido a estar muerto.
Que te destroza que su risa no sea por culpa tuya. Que su felicidad ya no te anime los días grises. Vamos pequeña, eres fuerte. Aprieta el gatillo.
Nunca me iré del todo, te lo prometo, es una cualidad que tenemos casi todas las personas.
Prometo entrar despacio para que no me notes,
en cuclillas para jugar al pilla-pilla con tus bajones hasta hacerlos desaparecer.
Incluso puedo estar ahí si quieres estar sola, no haré ruido,
nunca lo he hecho,
no lo suficiente.
Dispara, soy un blanco fácil. Todo lo demás está muy pero que muy negro.
Sabes, cuando menos lo esperas va la vida y te sorprende, y no sé si será que me la paso esperándote. Pero calculo que a unos milímetros de ti, el mundo forma ese caos bonito que te hace estar triste.
Porque cuando amas a alguien,
cuando tienes a quién ir,
vas más rápido yendo despacio.
Y eso es como pedir una tregua,
un deseo y ver poco a poco cómo se va cumpliendo.
Vas siendo feliz, y todo eso con un disparo.
Así que decídete,
yo estaré aquí, allí, donde sea,
siempre contigo.
Imagina que es la última bala en tiempos de guerra,
no querrías fallar, ¿no?
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