He vuelto a debatir conmigo mismo. He abierto una brecha al pasado, he recorrido una corta y efímera infancia. He soplado velas sin miedo a quemarme en la larga y puntiaguda juventud.He volcado la vista atrás con miedo a que no quisiera volver al presente, a que galope viento en popa hacia lo que hicimos porque realmente nos apetecía, que haya pisado el freno y no me deje aprender al levantarme si no me he caído.
He escuchado a Neruda, he deseado un comienzo y me he tapado los oídos cuando alguien me decía que para algunos de ellos era necesario un final. He enumerado poemas, pero con sus sonrisas no me sale.
He jugado a la gallinita ciega y casi siempre confundía los papeles; unas veces miraba hacia atrás por si corría a dar un golpe en la pared como quien llega exigiendo las leyes que ha de cumplir el chico de sus sueños. Y eso que nunca ha sido de revoluciones. Las personas lloran porque tienen miedo, y tienen miedo cuando no saben qué hacer. Tengo miedo a no saber qué hacer. Y lloro el doble.
Por otro lado, he jugado libre. He sido presa y cazador, todavía me tiemblan las piernas cuando intento andar hacia mi futuro. Tengo miedo a que si lucho por lo que quiero: me derroten; a no ser lo demasiado fuerte cuando el premio es esa persona. Tengo miedo a despertar y no tener nada que llevarme a la boca, ni siquiera un beso.
Tengo miedo, no sé qué hacer
y lloro el doble.
Bastaría con decir que los mejores años de nuestra vida son los que no se aprovechan. Bastaría. Estaría de más estar de menos, en cualquier parte. Un hombre no es un hombre si no va de flor en flor, pero preguntando por esa persona, preocupándose por quien realmente ama. Una mujer, a veces, no se siente mujer si no está en boca de un hombre, pero qué coño importa eso si de donde no sale es de su cabeza.
Es un problema, el amor hace cuentas por sí solo. Sólo tiene un añito y no sabe contar, llega de espaldas y si se da la vuelta se tapa los ojos. Aprende rápido, enferma y muere más veces que un gato. Es un iluso muñeco de porcelana.
Es un problema, el amor hace cuentas por sí solo. Sólo tiene un añito y no sabe contar, llega de espaldas y si se da la vuelta se tapa los ojos. Aprende rápido, enferma y muere más veces que un gato. Es un iluso muñeco de porcelana.
Y acabamos siendo de otro. De otro corazón cuando tenemos el nuestro propio. Terminamos poniendo en venta la casa donde vivía soledad porque hace tiempo que se marchó a vivir con nosotros. Y vive con nosotros porque a veces no queremos tener con quién hablar.
La he visto saltar, mirarse al espejo y marchar fugaz como una estrella. He visto a la vida vestir de rojo. Nevar. La he visto volar, desenvainar una espada. Matar, nacer, despeinarse, ser feliz.
En cambio yo sólo he llegado a alegrarme. Sólo eso.
La he visto saltar, mirarse al espejo y marchar fugaz como una estrella. He visto a la vida vestir de rojo. Nevar. La he visto volar, desenvainar una espada. Matar, nacer, despeinarse, ser feliz.
En cambio yo sólo he llegado a alegrarme. Sólo eso.
Porque siempre tuve miedo,
nunca supe qué hacer
y lloraba el doble.
Comentarios
Publicar un comentario