Ir al contenido principal

Entradas

Última publicación.

La rueda.

Me niego a pensar que no. Quiero decir, en la posible ficción que se crea en tu rubor y mi asfixia. No puedo ejercer con tanto jugo. Hace unos días, pensaba en los demás, en sus ojos. En lo que ven, lo que captan, lo que observan. Y no son tan capaces como nosotros. Porque si tiro más del hilo, encuentro una punta anudando a otra, un extremo consolando a su reverso. Y no es así como las distancias se plantean. Hay veces que uno las atora, las diversifica de tal manera que uno conversa con la interperie y uno reflexiona a gusto del consumidor. ¿Cuánto tiempo debemos mirarnos? Un segundo, uno, y ya han pasado veinte. Si intento materializar el éxito que supone pasear en ti, con tus puentes y cornisas, mantendría un fin arquitectónico y una deuda posiblemente insaciable hasta el resto de mis días. Me refiero, esta atracción ya no cabe en mi mesita de noche. Me devuelvo al lugar donde empecé y me dibujo, sentado, mientras te explico cómo funcionan los literatos y el romanticismo, que el si
Entradas recientes

Otro poema al que no pienso ponerle nombre.

 Una corriente que fluya como un río sin pena, que, del hedonismo haga un vórtice y se apiade de la bandera. Que hundas la ira con el celo, la víbora con la felina, el juglar con el apenado. Yo sé, ni idea, pero lo intenté. Sincronizar la brazada y el anhelo, volcar lo inhóspito hasta que se rompa el tedio. Izar, trasnochar, verter, aullar, desmedir, puntiagudizar , roer. Nunca un verbo tuvo tanta responsabilidad. Nunca una palabra tuvo tanta culpa. Nunca un poema tuvo ni una mísera solución.

He pecado.

Hasta que la gota aprenda a colmar, supongo. Se supone que es así de necesario, como el albor trata a los ojos que lo contemplan. Buscando el rasguño de paz, la calada de sosiego. Nunca ha sido nunca.  El azar se repite, la judería deshabitada. Intenté encontrar un columpio libre, no un parque vacío. Gusanitos llegan, gusanitos van. Unos mutan, otros matan. Unos flirtean, otros se estremecen. No son tan largos los años.  Lleva siendo mentira desde ayer, desde que decidí creer. Desde que dije sí a lo que siempre dije no. Desde que las nubes se encierran a llorar. Desde que el desierto es capaz de ahogarse. Kilómetros de silencio, años luz de oscuridad. Así es la astronomía, un mausoleo de estrellas dignas de haber muerto. Ya casi estoy.  Fermenté en la aceptación, calcinado hasta el hueso, como los huracanes se llevan hasta lo que no necesitan. Épocas catalogando momentos, canciones que consiguen sacar el sabor de la desgracia. He pecado, pero aún estoy planteándome si voy a arrepentirm

Irse y huir.

La letanía que me hace despertar es la misma que me condena. Una sinfonía exacta: tres, cero, cuatro. Los números no se equivocan. Tampoco lo hicieron las personas que se fueron. Pero porque una cosa es huir, y otra irse. Huir parte de una súplica, indebida, tal vez, hacia dentro. Pero irse es cosa de valientes, irse cuesta mucho más. Decirlo en voz alta, maldecir tres veces haberlo dicho, cumplirlo. Ese es el plan. Marcharse. Obligarte a olvidar, a dejar atrás, a extrañar, a dejar de sentir por los sentidos. No al gusto, tampoco al tacto. No se oye más, ni se huele, ni se ve. Se bifurca , se pelea uno con uno mismo, se prohíbe, se delata. Por supuesto que tiene que ver con quien se queda. Es decir, mantienes algo, lo que ocurre es que ni puta idea. Algo dócil, que estremece, que suena a verano, ahí hubo calma. No la hubo, la ofreció. Irse es cosa de locos porque huir lo es más de tontos. Y yo soy un poco las dos cosas, porque he estado tan loco por irme, que me he sentido increíblemen

La constante variable.

Cada vez que he tenido la terrible necesidad de escribir, latía en otro pecho la constante variable. Hurgar en las heridas de otro y sus respectivas prendas: las de sufrir, las de salir a bailar y, por consiguiente, esa bolita de fuego que emerge del mismo vapor que lo apagó la última vez. Vistas al futuro, la casa con jardín de tus sueños, el techo medio hundido por la decepción de las nubes. Quizá me exijo demasiado. Posiblemente esté en esa época que todos odian, la del conformismo, la feroz y ambigua etapa que empaña los cristalitos por donde una vez entró el sol, pero no se quedó porque odiaba lo que había en el interior. La constante variable en un pecho ajeno. Juraría por la sombra y la paz que aquello no fue tan fugaz. Que duró lo justito. Que debía estar en esa entraña y a la potencia equivocada. Que los decibelios no entienden de mareas, pero sumisos al mismo puente tumban una ciudad recién iluminada. Cada vez que tengo la terrible necesidad de escribir, confío. Porque entonc

Nuevos comienzos.

Tras nosecuánto tiempo separado de los libros (aunque no al cien por cien) he vuelto al lugar donde abrí la primera página. Me he visto maniatado al papel por el que un día perdí el juicio, al personaje por el que salté al vacío y a la historia por la que terminaré muriendo cualquier día. Tras probar otras artes e invertir tiempo en hacer música, he decidido volver a abrirme una cuenta literaria en Instagram, que por el momento actuará bajo el usuario de @litter.books Lo que haré con ella es una absoluta incógnita. Estoy a punto de terminar el grado de Filología y tengo varias cosas por resolver, pero la vuelta está cada vez más cerca. ¡Y en qué dimensión!  Nos volveremos a ver muy pronto por las redes sociales, con el contenido que a mí me gusta y por el que, muchos de vosotros, habéis llegado. 

Entrada sin nombre nº1

Escribo y los ojos se me cierran, pero escribo. Casi noto la bifurcación entre mis ganas y la anatomía de tus ideas, donde el odio se transforma en vértigo y, éste, en adrenalina. Podría seguir escribiendo sin abrirlos, que los culpables seguirán fingiendo ser inocentes por el miedo a la justicia. Qué sabrá la justicia sobre el misterio y la heterogeneidad. Preferimos la parte humana que no lo es tanto, que si te quiero más reviento y ya casi nadie pretende reventar. Cuando era pequeño mi piel sangraba y hoy es en ésta misma donde se erosiona la herida, yo quien me las hago, el paso del tiempo quien las echa de menos cuando se han cerrado. Estuve tantas veces a punto de reabrir una que acabé sintiendo ansiedad. Me critiqué bajísimo, por si me oía la sensatez, que para colmo estaba atada al árbol de mis genes. Inconsciente me hallé bajo el tumor que pretendí crear a tus días, para que jamás librases guerra más alta, profunda y fría. Al menos mantuve la compostura en el jardín, bajo la t