Las personas nunca mueren.
Todo esto viene a cuento de que sufragamos las pérdidas, los adioses, las largas esperas que la inmoralidad nos hace pasar, desapercibidos en un mundo repleto de ruidos. Ruidos por todo. A todas horas.
El silencio aprendió a hablar en voz alta, todas las noches susurran errores, errores de pasado. Nunca el futuro se equivoca, ni siquiera cuando te pone delante de algo que no te mereces. Está bien pensado: naces, amas, creces, amas, te reproduces, amas y mueres.
Escoger de algún modo a la muerte es querer ser olvidado, es querer no depender de nadie cuando nadie ha dependido de ti. Es, sin más; un acoplo de tu cuerpo en la vida desinteresada de otra persona.
Nos pasa como cuando llegamos tarde, pedimos disculpas e incluso prometemos que no volverá a ocurrir. Repito: la culpa del error al pasado, nunca al futuro.
Yo me he enamorado, y más de una vez. He alquilado mi corazón, con la idea de hacerlo con opción a compra. Luego siempre era yo el que terminaba pagando. La vida es muy puta, pero los impulsos a veces tientan a la intuición, creamos muros, escudos e incluso personas que nos sirven de terapia contra los domingos.
No sé para quién vivo, si yo no estoy casi nunca.
Una vez alguien me dijo que si de verdad creía en algo, por nada del mundo dejara que me hicieran pensar lo contrario. A veces me da por probar con las personas, simplemente porque creo que pueden dar muchísimo más de lo que ya dan. Todas.
Estoy convenciéndome a mí mismo de que hay un lugar mejor, de que existe la posibilidad de que existan todas las posibilidades posibles. Pero solo tengo unas cuantas ganas de hacer las cosas bien, casi siempre me roban, soy muy despistado.
Estaréis pensando que por qué me tiño de un color extraño cuando quizá ni yo mismo sepa lo que quiero decir con esto. Yo os digo de corazón, que nunca carezcáis. Que siempre hay algo más arriba y podemos tener la mano un poco más larga.
Muy pocas veces he quedado satisfecho, y mira que como bien. Pero no es eso, en torno a unas cuantas vidas pasadas estuve por aquí observando y las personas cambian. Cambian por modas, porque aprendemos muy deprisa. Queremos llegar de una puta vez y no comprendemos que necesitamos muchas putas veces. Que somos muy cabezones y tampoco vamos a dejar escapar lo que brilla en toda esta mierda.
Casi siempre estamos pensando en lo mismo, casi siempre tenemos miedo a que un día nos borren de la memoria de otra persona, que para eso de vez en cuando solo basta con ser perfecto.
Yo soy una persona que tiene mucho miedo a sus miedos. Me explico: tener miedo es ser pequeño y frágil. Pues tengo miedo a ser pequeño y frágil.
También tengo miedo a que el amor de mi vida se vaya. Que entre postre y postre alguien suelta un eructo. Y cuesta muy caro ser sinceros con nosotros mismos cuando llevamos escondiéndonos siglos y siglos.
Nunca trates a otra persona como te gustaría que te trataran a ti, porque eso hará que te quedes con las ansias de que se cumpla el deseo de igualdad recíproca.
Guau, la vida es una mierda pero es lo único que tenemos. Y morir, no es lo peor de todo.
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