Hay miles de motivos por los que a veces nos sentimos aislados del mundo. A mí me gusta hacer sonar algo de música, no sé, que suene más fuerte que todas las voces de este planeta. Es una forma de evadirte de esta pesadilla. Digo pesadilla porque vivimos en un sueño. Nuestra vida, tío, todo es un puto mundo irreal en el que sólo vemos lo que queremos ver y no miramos más allá de las murallas infinitas. Cuando el Sol se pone, miles de sonrisas se van con él. Tu sales de fiesta y no lo notas, pero joder, que también hay gente en hospitales, en casa, solos. O mucho peor, acompañados pero que siguen sintiendo que están sólos. Y cuando una canción deja de sonar, es como si fuera tu vida, son lapsus de pequeñas imperfecciones que hacen al mundo menos malo. Te dan un breve respiro. Pero entre canción y canción, hay un mundo de diferencia. Unas mejores que otras, que te llegan más y te sientes más tú. Sabéis, pero cuando una canción no quiere sonar... mejor no forzarla, que al final acabas par