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Mostrando entradas de junio, 2014

Miénteme mucho.

Solemos decir que estamos rotos y quizá sea que no sabemos encontrar a alguien con los pedazos que nos faltan. Cómo no nos va a faltar algo, si cada persona que pasa por nuestra vida se lleva media de ella. Pero qué bien se está cuando se está bien. Y luego todo es mierda. No me gusta la Luna si no la veo desde el reflejo de tus ojos. Y puede que esta noche venga el coco y me lleve a dormir con él, porque matarme ya no puede. De eso te encargaste tú, cariño.

El tiempo que te debo.

Buen conjunto el de tu ropa tirada por mi suelo. Me encantaban mis pies cuando los tuyos me los pisaban para darme un beso. No creo que te hayas ido del todo. A mi aún me quedan secuelas, y algunas manos que darte por la calle. Nos rompíamos la boca cada vez que intentabamos parar el mundo. Y lo mejor era que lo conseguíamos. Aunque no hay provisiones si estoy lejos de tus caderas, siempre me gustó la pulsera echa con polvo de estrellas. Y el mar que llevaba tu nombre en lo más profundo de sus olas. Nunca olvidaré aquellos "me haces falta" que salían de tu boca. Esa que daba besos sin que yo los pidiera. Y ojalá algún día vengas a reprocharme el tiempo que te debo.

Gritar.

No sé como se empieza algo que pronto se dejará de creer. Un día prometimos querernos más el uno al otro que a nosotros mismos y eso nos destrozó. O supongo que la Luna nunca fue suficiente. Sinceramente, yo creo en los infinitos y nos faltó infinito y medio. Y no es por ser masoquista, pero me gustaba tu forma de hacerme daño. Me hacías volar como nadie aunque luego cayera y me tragara la tierra. Pero por momentos era feliz. Entre la mariposa y mi estómago se quedó a vivir el amor, que por momentos se ahogaba entre alcohol. Y ahora no sé donde me he dejado las llaves de tus piernas. No entiendo el porqué de esta mierda de mundo y por qué cojones se desvanecen las cosas bonitas. Una mirada así no debería de apagarse nunca, pero cuando no se mira de frente uno tiende a amar. Y al fin y al cabo, te quedas ciego. Quizás sea el momento para gritar.

Domingos de resaca.

Ojalá todos los días fueran domingos de resaca. Sólo quiero recordarte con un mal sabor de boca, con un par de cigarrillos en la garganta y cuatro cubatas de más. Que seas como aquel estruendo que pudo sonar y se quedó a medias. Frío. Mucho frío. Mi piel buscando calor en sábanas de recuerdos que no volverán. Y tú. Bueno, sonriendo. Pero no por mí. Y no veas como jode.