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Mostrando entradas de 2020

La abstinencia del escritor.

He cambiado siete veces el tipo de letra porque no era la recomendada por algunos especialistas. Ya que, dependiendo de lo que escriba, me va a sugerir unas emociones u otras debilidades. No quiero otra que no lleve tu nombre. Me pasa mucho que no consigo idealizar el camino que mis palabras deben tomar para llegar a ese final. Inesperado quizá. No lo sé, pero anhelo una conclusión leve, sin rasguños, que cale dentro del alma que sabe saborear lo infinito. Tal vez pretenda hacerte pensar que escribo porque tengo motivos para hacerlo y, en realidad, casi siempre suelto una excusa diferente. Le temo a la lectura tardía por el nivel de caducidad de los sentimientos, a la frescura que se encierra en la sangre que quiere hervir, pero no encuentra calor en el cuerpo que la posee. Al fin y al cabo, nuestros vasos sanguíneos se colman por la de veces que hemos sangrado. Pertenecer a un círculo de imaginadores nunca fue mi vocación, pero luego recuerdo que también hay volcanes que no volverán a

Corazón abierto.

Más largo es el tiempo del olvido que el preámbulo que todo lo puede parar. Insisto en la exquisitez del sabor de tus labios cuando paso cerca, lejos, qué se yo. Casi me cuesta imaginar lo obsceno de un contorno plegable y aburrido, nítido y capaz. Porque tú, querida mariposa gris, no estuviste nunca preparada para llevar los colores que pesan como años, que amanecen como soles y sobretodo, mente incapaz, hábitat de murciélagos, haces que el milagro cobre la pena que más vale. Me reitero a lo anterior, a lo largo que era el olvido una vez torcido en el nudo interno del pensamiento, donde los arcabuces sanan y las rosas hieren, donde no hay más que un atónito dejándose llevar por el placer. Y al final de todo, del túnel, del paseo, del camino; habrá un sostén que resbale y huya, que abrace y muera. El sostén del mundo en el que te regocijas cuando está la vida tan tumbada que las rectas la envidian, sin rencores ni odios que sustenten mi escritura. No te quise por fama alguna ni monedas

Recipientes.

 Hoy me ha saltado la alarma a las cinco de la mañana y no he sabido qué hacer con las diecinueve horas restantes que tiene el día. Amanecer temprano es cosa de las nubes, los pajarillos y las odiseas. No tengo una excusa para lo que, al fin y al cabo, me sostiene cuando creo mantenerme en pie. Hace muchísimo tiempo que la quiero y me dice que la quiera aún más, pero luego le suelto que no puedo hacerlo más fuerte y me siento vulnerable y traidor: siempre consigo hacerlo mejor. ¿Dónde está el límite que engloba al amor físico, abrazando al espiritual y formando una nebulosa con lo mortífero y astral? ¿A dónde van esas ráfagas de conciencia y lealtad que juramos un día y a día de hoy seguimos conservando? Parece ser que lo que un día cosechas dura para toda la vida, pero eso es porque la entrega es más grande que la recogida. Una vez me dijeron: no siembres donde sabes que no vas a recoger nada. Y os diré una cosa: tengo más cosas conseguidas que por conseguir. Mientras pueda seguir esc

Intangibilidades.

Me duele en el alma saber que hay vientos que van en contra de la marea. Decir que el desastre es culpa de la Luna es promulgar el odio hacia la parte que sana, aludiendo un gesto múltiple de caricias que decretan nuestros lamentos. Me gustaría que el papel fuera herida y el bolígrafo sangre, para así hacer con las vendas lo que el amor sustrae del trapo sucio. Lo que los ojos tapan no se descifra con testimonios de poca monta, solo el cuerpo sabe por qué y de qué manera se siente atraído por los otros celestes. Ser o no aurora boreal, de esas que ya no quedan, es igual que pulir de piel sobre la que está a punto de morir, ya que mudar la piel es la referencia que a todos nos cuesta aceptar. Preferiría decir que sí a vender penurias, porque lo una vez llorado no se vuelve a destapar con nada. Quiero decir que, el llanto, de alguna manera u otra es la gota que colma los mares, porque las nubes son parte del odio y del fraude que otros causaron en el camino, pudiendo generar gestiones in

La inexactitud de lo efímero.

No sabéis lo satisfactorio que es promulgar por el mundo tus propias ideas, sentimientos y emociones. Esta mañana me han llegado algunas copias del libro que he autopublicado en Amazon. Todo el esfuerzo de la impresión y de la maquetación, las noches largas pensando en cómo habrá quedado y si gustará el resultado al final de todo.  La cosa es que gracias a la vida no he pasado por esto solo, tengo que agradecer la mitad del trabajo a mi novia, que siempre ha estado a pie del cañón para impulsarme hacia lo más alto. Y sé que si alguna vez caigo, estará preparada con los brazos abiertos para cogerme. Es una de esas cosas que solo pasan una vez en la vida, y esta es la mía. Los libros han llegado justo hoy y no he parado de mirarlos frente a frente, por los cuatro costados y en su interior. Siempre me detengo en los puntos flacos y fuertes, así como en el conformismo que mi persona produce al ver que la mitad de ellos ya tienen dueño. Me apasiona ver que tanto mis amigos como otros lector

Primeros trazos.

Antes hay que coger el calvario y llevarlo a otro nivel. Fundamentalmente, tenemos cinco sentidos que perder y otras capacidades cognitivas que no están a disposición de todo nuestro público. El entorno debe influir ante la capacidad creadora y transformarse en el protagonista del desvarío emocional. Las personas que hay detrás de los textos pueden ser culpables, pero raramente son juzgadas. Casi siempre deseamos que un personaje viva y que otro muera, pero dentro de la historia se hace inmortal en la realidad que dibuja el lector. Cuando cogemos una pieza y la partimos en dos, tenemos el mismo puzzle a medio hacer que cuando era una sola.  La ilegibilidad que posee una palabra depende del grado de importancia que le demos, por eso tendemos a pensar que estamos leyendo mientras leemos, cuando lo normal sea convencerse de que estamos viviendo mientras lo hacemos. Quizá en algún momento dejemos a un lado la historia para hacernos partícipe de lo real, porque los libros se cierran con la

Periféricos 34 y 47.

Nos han robado la energía de un mar irrevocable. Bucaneros cargados de pólvora explotan un atardecer. Sé más de mí por cómo que por cuánto. He llovido tardes que olían a sangre antes que a jazmín. Me he dibujado el contorno de la risa de un domingo y he tarareado las comisuras de tu estirpe. Nos han exiliado del recuerdo y del país donde morimos. Porque hemos muerto más veces de las que escribí y la intuición me ha contado verdades que nadie abre. No duermo entre leones desde que mi casa es horizonte y he perdido el miedo a los monstruos desde que de ti nace mi hogar. Pero sigo echando tanto de menos los soles que se entrecierran a la hora exacta en la que un gallo empieza a perder la voz. Solía decir que me conformaba con verte resurgir de las cenizas del fénix al que acosamos por placer. Horas y horas de amotinamiento que carecen de subcauces que nos lleven al destierro del frágil y redondo o plano y desconocido. No hay cielo que por pobre se nuble ni cen
Sube un poco el volumen: vamos a no hacernos ni caso. Ya sé que lo mejor está por dimanar. ¿Cuántas veces me lo repitieron? Probablemente no más de todaslasqueperdí . Hoy no he visto a nadie en ningún callejón, pero he visto muchos callejones en algunas personas. Las luces apagadas, fundidas, desgarradas; el cielo inhabitado, andrajoso y perturbado. Un día me volví loco y escuché aplausos cada hora, cada día, cada vida. Debían de estar celebrando mi asalto, la llegada de aquel inconsecuente frente el sistema establecido y, seguramente, el idilio de un caparazón ante el secuestro de la piel. Supongo que alguna vez habremos pensado en estirar el tiempo y, lo más probable, sea que no hayamos conseguido contar los segundos con tanto delay. Todo lo hice para abrazarte más la hiel. Aunque todo esto solo siga ocurriendo en mi cabeza. Puede que lleguemos a imaginar todo el cine y las películas rodadas en soledad, o que vivamos una crisis burocrática inferior al qué se yo. Quizás deba

Pon tú el título.

Nada. Todo eso es lo que queda. Nada Aún no entiendo cómo salen palabras si no existen, si no crearon suficientes, si he apagado el motor. Apenas un piano estalla y sabe nombrar lo que no lloro. Mi silueta hace intentos de tocarme y no la dejo, porque sombra solo hay una por luz que la dibuje. No quedan tantos focos aquí abajo. Al menos, de risa y ojos tienen material. ¿Qué pensaran aquellos que no piensan? Tenemos un contrato que no vamos a romper, una tenue exclamación que cesa y no para. No separa. Sabe mal en cuanto a brechas que discurren por el río de la escasez, no soy capaz de atar el hilo que defiende a tu cordura. Puede ser que otro sea lo que yo. Que otro escriba lo que yo. Que yo no sea nunca uno de esos. Qué intermedio merecen los humanos que no arrebatan, que no huyen del concilio que nos esfuma y atrae. ¿Acaso no es el humo un antidisturbio? Precaución sobre las masas que no caen frente a lo pesado que es el viento. He buscado a otras en tu cami

Reivindicación por lo de nadie.

No me dejan virtualizarme con los demás, piden a gritos golpes de silencio, la paz estará en vuestra sangre derramada, ni antes,               ni después. Hay ocho siglos de diferencia entre tu pensar y el mío, porque ya hace tiempo que dejé morir los parásitos que masticaron mi carne. Podré pedir perdón siempre que avance hacia el filo de lo anormal, de jabón habría que hacer las pompas que maltratan al humano y al que no lo es tanto. Mendigué a las tres de la tarde el bocata que me comí en la plaza a la que me llevaron después de salir del hospital que otro construyó, habiéndome podrido por fuera -porque por dentro ya no compito-, los traumas que de mí hicieron polvo. Creo en la verdad porque nunca la he dicho y menos, pronosticado en milésimas de los segundos que jamás quedarán primeros. Tengo hambre pero no basta con comer. Tendría que apuñalar las hojas que no caen de los árboles que regáis con demasiada prestancia. Llegará el fin del mundo que habi

Las quincenas que me debo.

Empiezo a pensar que el futuro destiñe. Que todo aquello que nos sostenía o que quiso sostenernos, ha decidido tomarse un descanso. Lo que me da miedo, es pensar: ¿hasta cuándo? No creo que exista lamento suficiente para llorar toda travesía.  No existe, ni siquiera un quizá para tanta respuesta obvia descifrada en un lavabo. No existe. Preparo la voz para susurrar y repito: '' No existe ''. Todo el tiempo que he guardado para mí, lo he usado para vaciar la despensa. He pintado caras con otros nombres y otros cuerpos. Una luz no quiso apagarse tras yo pedirlo. No. Ni siquiera el humo de los fuegos donde puse la mano. El rasgado cielo niega los siete que he subido y aún no alcanzo. Diez.

Día mundial de la Poesía.

Hace unos meses escribí un poema destinado a otro. La complejidad que existe y requieren los términos abstractos y los sentimientos que pueden manifestarse ante la oposición de la vida. Lo inerte siempre ha sido menos frágil en manos de un tercero, así que yo espero que os confundáis de habitación y esta noche os quedéis a dormir en un recital. Os lo dejo por aquí: ''He compuesto un poema que trata de cómo escribir un poema sin saber cómo se escribe un poema. Me infieren a la cabeza nociones sin tenerlas, sin ser mías, solo las transcribo en playback . Las ideas no son del ser humano, es un ente imparcial quien las emite. Sacrifica formas psicodélicas de contagiar la grandeza que se palpa con el filo más agudo de la mente. No somos intelectos pensantes sino aparatos multimedia, cacharros cargados de amnistía. El ser humano es el culpable de que el perdón exista. Escribir un poema es delgado, delicado, « que bran ta ble ». Tan versátil como acarici

Letras es cuarentena.

Hay un sonido monótono que, alba tras alba, ilumina la oscuridad de la calle. Podría decirse que se esconde entre las ruedas de los automóviles y nos da a elegir entre la acera y la calzada. Ambas están empapadas del mismo frío que disfraza a la atmósfera. El silencio no necesita armas de cuchillo ni fogueo precipitado, antes de pulsar cualquier gatillo, ya podría haber matado a algunas personas. Los días son interminables pero insuficientes, como si nuestra necesidad llevara el mismo nombre de la persona que la condenó. Agachando la cabeza vi a un hombre paseando a su perro y, si la levantaba, veía un sueño hecho pesadilla. Días comunes como ningún otro, en los que el sol tiene miedo a asomarse si no ve a nadie y donde las nubes no dibujan figuritas, ya que el viento no las lleva a ninguna parte. Hacía un día precioso y no había nadie para cuestionarlo.  Para que un segundo pasase, debía presentarse como perdido y las ventanas, eran cárceles de amor y creatividad

Me gusta estar en casa.

A pesar de todo este drama que se ha montado por una enfermedad que desconocemos por completo, estar en casa no es algo tan malo. Hay personas que nos están amenizando esta cuarentena que se ha vuelto viral a nivel mundial. Hasta Willy Fog le tiene envidia. Va en serio, jamás pensamos que el mundo fuera a adoptar esta postura de defensa contra algo que, a simple vista (desde el ojo ajeno), parece una gilipollez. A día de hoy, aún no he visto en persona a alguien que tenga esta enfermedad y eso no quiere decir que no crea en ella. De hecho, soy consciente del daño que habría que pulverizar antes de tiempo. A muchos, parece que el siglo XXI les venga enorme. Ni los altos cargos del gobierno están a la última de todo esto. Es muy fácil poner unas normas y mandar acatarlas, pero nos están quitando un pedacito de nuestra moral. He visto a un policía local multar por error, por acierto y por sus ganas. Porque, al fin y al cabo, los comercios pierden dinero y el estado se conviert
Una vez me dijeron que escribiese todo lo que me ocurriese. Que la escritura también tiene portadas de diario. En los periódicos, a veces, nos sorprenden cosas que no esperábamos ver, cosas como insípidas a la hora de disuadirlas en el estómago. Es como si tus ojos no estuviesen preparados para ver aquello que el corazón ha dejado pasar. A menudo, las personas, dejamos también de serlo. Nuestra alma emprende un viaje a no sé dónde y nos lo cuenta no sé cuándo . El corazón lo sabe porque ha viajado con ella, pero los ojos no. Los ojos se han quedado estancados, como si una orden de alejamiento los hubiese puesto en dirección contraria a la realidad. Y la verdad es que no lo aguanto. Me levanto con ganas de escribir y huele a cobardía, a sudores tóxicos, a melancolía podrida. Mi alma sigue dejando flores a la tristeza pero, sin embargo, mis ojos las riegan desde otro universo.

Escribo por la sal y por la sangre.

Escribo por la sal y la sangre. Por las manos que albergan los comienzos y las articulaciones que articulan el abrazo. Escribo por si sale mal o porque quiero que salga bien. Puede que tal vez lo haga para comprender al que grita, al que se calla, al que se asfixia. No tengo la omnisciencia de la salvación del que ríe ni la cruz a cuestas del que llora despacio, casi sin alma o aliento que pare la metamorfosis de la tristeza. Puede que solo lo haga por si las moscas, las panteras y los osos no nos entienden. No hay bella más bestia que las piernas que no se abren. Los ojos, al fin y al cabo, no pudieron ser el reflejo del alma. Lo entendí aquel día que bajaste la mirada y el telón y los minutos. Supe que tenía que escribirlo todo aquel día que se repite en mi cabeza. Y se repite, y se repite, y se repite. Ya iba siendo hora de que un poema como este llevara el timón que ni las manos ni los ojos, ni siquiera los abrazos, fueron capaz de alumbrar mi camino.

Si la amazonia hablase.

Si la amazonia hablara, apuesta y omnisciente, recalculando diámetros de boca a boca, aturdidas por la misma lengua que las interfiere. Si el agua ahogara al cuervo, hasta calumniarlo. Hasta que dejase de ser cuervo. Lo más peligroso que existe es una mentira cubierta de verdades. Ni las ninfas ni los asteroides, ni los nietos ni los estereotipos. Menos aún las bofetadas, todos quisimos doler menos. Paredes y paredes creando paredes y pinturas y pinturas creando más pinturas. El zorro y la zorra aún sirven de disfraz. El lobo aúlla mientras la luna gime y el león muerde mientras la cebra llora. El perro pasa siete tras uno y el gato vive una que vale por siete. Ay, si la amazonia hablara. Todos hechos de hechos echando de menos para explotar tras las vísceras de lo incompleto. La infinitud también tiene parte oscura desde que la luz empezó a temer a los lóbregos cisnes. Ya no existe oveja negra en el daltónico planeta ni habitan flores muertas en los cementerios. Todos dejamos

Photogenius.

Sacó la cámara y se dispuso a inmortalizar aquel momento. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ —Yo nunca borro las fotos, por muy antiguas que sean —respondió a la pregunta que nunca hice—. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ Mientras tanto intenté disuadir mis pensamientos hacia otro entorno menos bochornoso, donde parecía relucir algún haz de luz ante la oscuridad que el sistema límbico de mi cerebro no fue capaz de detener. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ —Nunca olvidará a sus otras parejas — pensé con voz minuciosa—. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ Al intentar dirigirle la palabra, puse en marcha la otra parte de mi cabeza que se encargaba de hacer como el que no ha pensado más que en el sitio donde iba a llevarla a cenar, metamorfoseando un rostro de decepción en otro con apariencia quirúrgica añadida en una película cómica de los años setenta. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ —Eres idiota, Jose —me acuchilló el silencio de después —, a ti también pienso recordarte para siempre. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ Tras dejar salir el aire impulsado por una turbia risa, negué con la cabeza todo aquello q

Elástima.

Aquí estoy. Mudando la piel para poder dejarme los huesos. Dime si la libertad no tiene algo que ver con ahuecar la tierra para dejar crecer al charco. Y ya, al final del todo, saltar si quieres. No debo pesar más de media vida. Una señora me ha gritado valiente. Tres de ellas se han arrodillado ante el cobarde. La puerta se ha encasquillado, al igual que los gatillos que disparan tus palabras. No hay más mudo que aquel que ya lo ha dicho todo. Si fijáramos un plan para salvar al mundo; huiríamos, ¿verdad? Huiríamos lejos, lejos de todo lo que no hemos matado. Apadrinemos al poeta que no podremos sacar de dentro. Oremos por los adioses. Enajenar al ser no es más que exprimir la derrota. Estirarla taaaaaaaaaaaaaannnnnnnnntttttoooooooooo, que se hasta que se vuelva i rre pa ra ble.