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Mostrando entradas de octubre, 2014

no sé.

El otro día me puse a pensar en la de mierdas que podría escribir una noche como esta, y solo pude sacar ciertas cosas que me duelen, aquí dentro. No estoy seguro de lo que se puede llegar a sentir cuando te falta una persona, lo que si sé es que sin ella, tus heridas no cicatrizan. Estás rodeado de gente y sólo quieres ver su rostro, o imaginar su risa entre los susurros del viento levantando su flequillo. Las muecas eran marcas de destrucción, y sus lunares, puntos que equidistaban del centro del universo a una potencia capaz de acabar con cualquier corazón que se pusiera por delante. Los trenes se detenían cuando estaban a punto de colisionar con sus costillas, y el miedo; se convertía en una cara opuesta a lo que viene siendo la tristeza. No sé describir la sensación que te entra por debajo del ombligo y te recore beso a beso, cada trozo de tus huesos laten al compás de un corazón que no te da la vida. O si, pero de una forma muy distinta a su manera de decirte que er

Tu mundo era ese.

A ver, yo no es que esté totalmente de acuerdo con eso de que si quieres; si quieres de verdad, tengas que estar dispuesto a todo. Tampoco me gusta hablar del tiempo que se pierde intentando encontrarte en otra persona, y crees que no lo pierdes, porque te hace ver que puedes pararlo. Y no, pasa tan rápido como cualquier fin de semana tirado en el sofá, porque no tienes otra cosa que hacer que intentar no pensar en aquello que te hace una señal de stop al intentar cruzar gran vía. Miles de semáforos en rojo, personas esperando, humo, mucho humo. Y ruido, de coches; parejas gritándose; su risa en tu cabeza. Sientes como el viento te araña un poco la cara cuando intentas levantar cabeza, o simplemente te deja los ojos secos al querer invertir la vista. Tu mundo era ese, era ese árbol que pasaste de largo cuando cruzaste por el parque, era ese tren que sacudió a toda hostia el volante de su falda; y te lo perdiste. Tu mundo no era más que unas clavículas que d

Éramos el chiste más malo de la historia.

Tengo que confesar que me arrepiento y no sabes cuanto de las cosas que dejé pasar por tener el presentimiento de que podrían mantenerse entre el saber estar, y el no hacer daño. La verdad es que me encantaba que me hicieras rasguños, que me dispararas a distancia y nunca llegaras a matarme. No puedo decir que sé olvidar, no puedo jurarle a nadie que dejas de estar en algún momento de mi vida. Porque, de algún modo u otro, a veces te escucho susurrar, y te veo. En los espejos, abrazándome; en la Luna, prometiendo volver algún día en aquella nave espacial que nos hiciera desaparecer de este puto universo. Suena bien, ¿verdad? Desaparecer. Como si la razón y el olvido hubieran enterrado el hacha de guerra y hubiesen decidido irse de fiesta juntos. Como si algún día volvieras a decir que todo iría bien mientras yo te pedía que te quedaras. Y no, ya apenas salgo a pasear. Tampoco veo a personas juntas sin que suelte esa sonrisa de "esos no tienen ni puta idea de amor". Lo

A.

Tendría que apagar mis ganas de vivir para no querer estar contigo. Primero me vienes con esa cara de no saber dónde cojones estás, y yo me tiro encima fingiendo ser una brújula rota. Luego te quedas queriendo no querer irte, y te juro que si das un paso más me muero. Tus holas, tus abrazos, tus cosas buenas. Tus despedidas, tu manera de hacer que el mundo cambie de color bruscamente, tus cosas malas. Tu forma de achinar los ojos cuando no ves más que un par de manchas enfrente de ti, cosa que se vuelve absurda al pensar que esos ojos ven mucho más allá de lo que cualquier corazón puede llegar a sentir por alguien. Tu forma de andar, de imitar esa manera que me encanta de hacer que las flores destiñan en pleno verano, por el calor, supongo. Te juro que daría lo que fuera por volver a darte la mano si alguna vez te quedas atrás en un semáforo. Las palomitas que tiras en el cine, o las que me dabas de tus manos tan llenas de timidez que cualquier mendigo se atrevería a decirte qu

Antes de convertirme en la mitad de todo.

Echo tanto de menos a la persona que solía ser antes de conocerte, antes de convertirme en la mitad de todo, de nada . Qué pasa si decido rendirme y pedirte con todas mis ganas que te saltes todas las reglas de mi vida. De dónde salen estas fuerzas para no querer hacer nada que no tenga que ver contigo. A veces pienso en escribirte para que me lo devuelvas, sin el miedo a que no tengas ni una sola palabra que decirme. Porque tu silencio era el eco de aquel pozo al que me tiré de cabeza. Y, el problema, aparece cuando ves la salida y odias todo lo de fuera. Dime como te sentirías si sentirte algo mejor supone suponer que todavía no me has soltado. Necesitaba sentir algo, aunque sea dolor. Aunque sólo sea el mísero pellizco de azúcar de tus cafés de por la mañana. No quiero pensar que puedo tropezar, que me enamoré desde el primer segundo que te tuve enfrente. No sé muy bien como explicar esta parte, pero deberíais ver su espalda, es sin duda el mejor cuento para dormir que conozc