Ir al contenido principal

Periféricos 34 y 47.

Nos han robado la energía de un mar irrevocable.
Bucaneros cargados de pólvora explotan un atardecer.

Sé más de mí por cómo que por cuánto.

He llovido tardes que olían a sangre antes que a jazmín.
Me he dibujado el contorno de la risa de un domingo
y he tarareado las comisuras de tu estirpe.

Nos han exiliado del recuerdo y del país donde morimos.

Porque hemos muerto más veces de las que escribí
y la intuición me ha contado verdades que nadie abre.

No duermo entre leones desde que mi casa
es horizonte y
he perdido el miedo a los monstruos desde que de ti
nace mi hogar.

Pero sigo echando tanto de menos los soles que se entrecierran
a la hora exacta en la que un gallo empieza a perder la voz.

Solía decir que me conformaba con verte resurgir de las cenizas
del fénix al que acosamos por placer.

Horas y horas de amotinamiento que carecen de subcauces
que nos lleven al destierro del frágil y redondo o plano y desconocido.

No hay cielo que por pobre se nuble
ni centro que de ego haya estado a punto de desfallecer.

Tres personas me han tachado
y yo solo he subrayado lo importante:

querer y dejarse querer.

No hay tiempo más remoto
ni situación más inversa
para reivindicar lo que no es de nadie.

Tengo un amigo que no lo es tanto
y cientos de paredes que me encierran en mi imaginación.

Aún no sé diseñar puertas,
pero sí que el día en el que el aire aprenda a correr
nos diluviarán ventanas para escondernos.

Mientras tanto una manta nos queda
y unos cuantos cajones donde guardar lo interior.

Para los de afuera no existe el desconsuelo general,
sino el precio que por mayoría absoluta
reina en lo más hondo de su inconsciencia.

Comentarios

Entradas populares de este blog

A mi pesar.

 Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo.  Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...

Ya no quiere ser fuerte.

Ya no salta. Piensa que se ha hecho mayor y que ya nadie quiere jugar a ser el astronauta que va saltando sobre sus lunares. Dice que está triste, que el mundo está triste. Y eso la hace estar más triste aún. Se le ha escapado una sonrisa, corred y pedid un deseo. Deseo no estar aquí. Deseo ser libre atada a sus brazos. No me acuerdo, pero era preciosa. Y educada, siempre me preguntaba si quería echar otro. Adivinadlo, no estoy hablando de pitis. Cuando el sol se pone su mundo se agita, se vuelca, se consume. No se siente capacitada para vivir sola, y define sola: sin ti. Mira por la ventana buscando excusas, un viento que venga con propósitos y dos cojones para reformar su corazón, su cajita fuerte. Grita a sabiendas de que no la escuchan, pide auxilio en voz baja porque no quiere que nadie la suba a su espalda. Le dan miedo las alturas, pero volar es su hijo pequeño, el amor arcano del que no ve sólo porque no quiere ver. Hace laberintos en su mente, se pierde por un mundo que...

Bajo cero.

Apostaría y empezaría todo esto por el final, pero  las cosas se complican si tu ya no estás en mis finales. Si ya después de despedirnos no miras atrás por si yo también  lo hago. Porque lo hago.  Las cosas tropezaron cuando, por inercia, dejaste de ver al mundo como  nuestro reflejo al pisar un charco.  Nos hicimos polvo cuando  el invierno decidió ponerle un  grado menos a todo esto, cuando el brillo de tus ojos  se disfrazó de querer seguir aquí, mientras todo el resto de tu cuerpo había salido corriendo.  Porque el hielo quema, y tu risa da vida.  La suerte habla por ahí de ti, y vaya si da envidia.  Empezar por querer, y querer acabar por quererse.  Ojalá el amor fuera poesía, chocolate, películas y palomitas.  Y no tú, ni las caricias porque sí. Me cuesta mirar a través de ti, y si te quitas del medio me quedo ciego. Será cierto que no quise darme la vuelta, pero es que tu paisaje era tan bonito. No sé, por estas co...