Antes hay que coger el calvario y llevarlo a otro nivel. Fundamentalmente, tenemos cinco sentidos que perder y otras capacidades cognitivas que no están a disposición de todo nuestro público. El entorno debe influir ante la capacidad creadora y transformarse en el protagonista del desvarío emocional.
Las personas que hay detrás de los textos pueden ser culpables, pero raramente son juzgadas. Casi siempre deseamos que un personaje viva y que otro muera, pero dentro de la historia se hace inmortal en la realidad que dibuja el lector. Cuando cogemos una pieza y la partimos en dos, tenemos el mismo puzzle a medio hacer que cuando era una sola.
La ilegibilidad que posee una palabra depende del grado de importancia que le demos, por eso tendemos a pensar que estamos leyendo mientras leemos, cuando lo normal sea convencerse de que estamos viviendo mientras lo hacemos. Quizá en algún momento dejemos a un lado la historia para hacernos partícipe de lo real, porque los libros se cierran con la actividad inversa que los abrimos, pero seducidos por otro Dios al que desconocemos por completo.
Algún día me gustaría hablaros de la sensación que se apodera de nosotros cuando abrimos un libro, pero no me caben en las entrañas todo lo que sentís vosotros. Si algún allegado viene hasta aquí, cuestionándose sobre la realización de un sentido capital como pecado real, que se ponga en contacto. Sugiero crear una comunidad tan independiente que no nos aguantemos a nosotros mismos, como si fuésemos personajes de bandos enemigos en cualquier historia de la primera guerra mundial.
De algún modo, moriremos tarde o temprano y no nos daremos cuenta de que nuestra historia también está llegando a su fin.
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