Yo creía que, al final, todos íbamos a cambiar.
Que el chico obstruido al final de la clase terminaría dando una lección de sonoridad. Que la chica acusada de todo acabaría convirtiéndose en la culpable de la felicidad de los demás.
La aceptabilidad a la astucia también hace que las personas evolucionen.
Todos, en algún momento, daríamos la sorpresa esperada. De eso va creer, pensar que, imaginar. Adaptar una conciencia inminente. Un chorro de conceptos que pisotearían a la persona que fuimos. Incluso pensé que podíamos dar patadas al futuro. A lo que seremos. A lo que queremos ser. Una patada a la boca que escupe. A la boca cerrada. A la lengua desatada.
Y no.
No todos cambiamos.
Solo metamorfoseamos a perspectivas diferentes.
Hoy soy yo,
y mañana, quién sabe.
Lo mismo soy lo que otro ha destruido.
Lo que han decidido crear.
Pero casi nunca soy lo que me propongo.
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