No he llorado mares pero sí he seguido ahogándome en charcos. Cuántas veces habré subido a lo más alto para verlo todo desde tus ojos. Desde tu perspectiva. Vuelvo al lugar de hoy para ver que lo que he perdido solo es un trozo de todo lo que me queda por perder. Y hoy solo es otro día que respiro como si nada. Como si todo. Antes de ti, la última vez que dejé de respirar, un médico me miró a la cara y me dio guantaditas en la espalda hasta conseguir hacerme llorar. Ahora los guantazos me los doy yo mismo, pero puede que termine llorando el doble. Una vez llovió en invierno y fue la primavera la que rescató a todos los pececitos de colores que uno dibuja cuando, emocionalmente, se ha cumplido. Tú me besabas y yo me cumplía. Un sueño se cumple en el mundo cada vez que me besas. Me pesa decírtelo, pero si no lo hago me aplasto. Me hago pequeñito, me abrazo a un cuchillo. Ya sé que da rabia que no te quieran como si no supiesen hacerlo. Por esa razón me hice testigo del crimen que supone enseñarte hasta lo que no sé. Porque iré descubriendo poco a poco cómo se besan los caimanes, cómo hacer posible lo imposible o qué se necesita para necesitar. No hay más ciego que aquel que se niega a ver con el corazón. Fui apadrinado por un monstruo y me manda dosis de miedo cada vez que dudas, tiemblo porque no encuentro manera más exacta de decirte que eres el equilibrio que necesito. Poco me sabe a todo porque podría llenar trescientas mazmorras con el cariño necesario para hacer las paces en medio de tanta guerra. Yo enterré mi hacha cuando te paraste a escucharme. Prendí fuego a todos mis escritos para que descansen en paz en un pasado inolvidable que se muere porque en un futuro vuelva a tenerlos presentes. Esta vez quiero saber a ti. Quiero probar la mala suerte de tu mano, caer en el olvido en la misma bolsa que tú. Pienso conseguir lo inalcanzable contigo a mi espalda. Perder la vida ganándonos una mejor. Ensamblar caminos, pudrirnos a carcajadas. Tengo la manía de querer huir constantemente, pero contigo me quedaría hasta los defectos. Tengo al amor en los huesos y políticamente soy un incorrecto del tres al quince. Pero cuando acierto, al menos tengo la esperanza de hacerlo de lleno. Ahora es la vida la que me da esas palmaditas en la espalda, porque hace tanto que no lloro que empiezo a pensar que llevo demasiado tiempo en apnea.
Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo. Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...
Comentarios
Publicar un comentario