“La vida oscila, pues, como un péndulo entre el sufrimiento y el tedio”.
–Schopenhauer
El sentimiento ha sido estudiado en torno al punto filosófico desde los griegos cuando Aristófanes afirmó que el amor es el sentimiento más grande que tiene el ser humano y que nada se puede comparar con el placer de sentirlo.
Por otro lado, Platón culpaba al amor de poseer al ser humano por sus faltas y no por su voluntad, pues es una condición del ser humano el desear lo que no se tiene, aburrirse cuando se tiene y desecharlo para necesitarlo otra vez. Un círculo vicioso en el que se encuentran la mayoría de las personas en la actualidad.
Spinoza tenía una idea que se ubica en medio de las afirmaciones pasadas; el hombre ama porque le causa una alegría, pero dicha alegría viene de un estímulo exterior que lo hace querer más del otro que de uno mismo. Así, el deseo y la pasión con la que ejercemos el derecho de amar sigue siendo un estímulo social, una forma de adaptación con nuestro entorno y nuestros iguales, que nos hace actuar de manera que tal vez nosotros no reconozcamos.
Permitid que os diga que todos aquellos llevaban razón, que las personas nos hacemos regalos a nosotros mismos, obsequiándonos con la mayor de las esperanzas. Poseemos el poder indomable de amar con suma audacia y discordia al mismo tiempo, que no somos conscientes del valor de cada cosa en su debido momento. Casi siempre se juega a perder el tiempo.
Miramos alrededor y solo vemos a personas dando lo mejor de sí, con una brocha en la mano y otras cuantas observando cómo vienen las primeras a intentar pintar un paisaje. A difuminar nuestra vida intentando poner un plus de conformidad, un montoncito de arena que entierra el odio por unos segundos y nos ablanda el alma creyendo que irremediablemente, el otro tendrá que ceder y obligarse a sentir, que debe querer por compensación.
Esto al cabo del tiempo no cunde. No llega al límite inalcanzable para nadie más. Es una fecha en un calendario dado, de la cual podrá disfrutar todo el mundo a lo largo de su vida. El amor se ha convertido en un parque de atracciones en el que no podrás quedarte para siempre.
El amor se ha convertido en un gatito asustado porque no ha tenido las mejores vidas de sus siete.
El amor se ha convertido en todo eso que no creíste que pudiera llegar a ser.
Y no es eso.
El amor siempre será algo más, una idea perdida, una conmoción del ayer, un proyecto de futuro. Siempre será esperar a la salida los lunes y dar los buenos días los domingos por la mañana. El amor siempre será una escapada a la montaña y un no quiero volverte a ver en otro cielo.
El amor va a ser siempre la concepción equivocada del amor, el hijo inoportuno, el truco de magia mal empleado. El amor será siempre una carcajada, un abrazo, una sonrisa monótona que jamás nos parecerá monótona.
Amor siempre serán mis abuelos, mis padres y mis hermanos. Amor siempre será una palabra mal pronunciada por una boca que escupe fuego cuando todo se ha congelado y los corazones solo tartamudean el crujir de la escarcha en sus adentros.
El amor siempre será aquello por lo que llores aunque grites que odias con todas tus ganas, lo monstruoso a la hora de hacerle frente al miedo y el frenado en seco a tres mil kilómetros por hora.
El amor, al fin y al cabo, no concibo que haga daño. Jamás atribuiré tal conjunto de moléculas benévolas que tienen el don de cambiarnos la vida como algo pernicioso.
No me salen las cuentas si digo que he sufrido por amor, pues amor es todo lo que me han dado cuando las personas capaces de proporcionarlo estaban positivamente dotadas de factores que no impedían el paso de traición alguna.
Las personas pueden llegar a hacernos daño, pero no el amor. El amor es la suave brisa que te impulsa a. El soplido del huracán que te eleva hacia. La llama incandescente que derrite el hielo.
El amor jamás te hará daño, y si lo consigue, no será amor. Existen muchas palabras definidas como antónimos que llevan bajo el brazo su contradicción.
El amor no es un misil que, o mata al mal,
o te destruye a ti mismo.
El amor es el castigo,
divino castigo
al ser que intente reírse de él.
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