Ir al contenido principal

Similitud, y esas cosas.

¿Nunca os pasa como cuando váis en coche, de repente empieza a llover y mirando a la ventana os parece como si estuviérais en una escena de alguna que otra película? A mí me pasa constantemente. Te quedas mirando las carreras que hacen esas gotas de agua al caer sobre el cristal de la puerta. La sensación que dan esas simples gotas, sólo tienes que mirarlas fijamente. Cuando se juntan unas con otras, se hacen más fuertes, más grandes. Entonces eso hace que el viento la mueva más despacio, sobreviviendo así al borde de la ventana que evita que muera allí, así sin más. La de cosas que se pueden aprender en un viaje en coche. Es como ir dando tumbos por la vida, como una sensación de mini-flashback. Lo ves todo, sin que ocurra. El como pasa el tiempo, las personas, las cosas, en como cambian cada una de ellas. Cientos de árboles viviendo a treinta metros sobre tu cabeza, haciendo lo posible para que la tormenta no lo tire abajo. Otros, caídos, muertos, por el puto tiempo. En esas ocasiones te das cuenta el cómo avanzas, ya sea a veinte, treinta, o a doscientos kilómetros por hora. Lo bueno es que sabes donde quieres ir, lo malo, es que no sabes la de cosas que pasan a tu alrededor, y tu sin darte cuenta. No te fijas en aquel perro abandonado que hay debajo de un contenedor, ni en su dueño, bajo la lluvia recogiendo cartones tirados. Tampoco te fijas en esa familia que dejas atrás al marcharte, cuando adelantas a otro coche, el pensamiento que se les vendrá a la cabeza sobre ti, o quizás por inercia no quieres saber nada de eso. Hay cosas, que no sé, se oyen, pero no siempre se escuchan. Al final, el sol vuelve a salir, las gotas desaparecen, los árboles que sobrevivieron siguen en pie, con algunas hojas caídas y otras a una altura constante, brillando a la luz del sol por el reflejo con el agua. Otros, siguen muertos, nada puede salvarlos. Niños chapotean en los charcos que ha dejado la lluvia, mientras al mendigo y a su perrito se les viene una inquieta sonrisa por el simple hecho de haber encontrado medio bocadillo en una bolsa de basura. Y luego estás tú, mirando por esa ventana. Bájala y escucha el sonido del cantar de los pájaros, cambia el puto aire del calefactor por aire natural. Abre la puerta, siéntete vivo. Salta sobre esos charcos. Reduce tu velocidad, si tienes que ir a algún sitio, tarde o temprano terminarás allí. Solo tienes que saber que no siempre lo bueno es lo mejor, ni lo malo es lo peor. Sólo son lo que son y, bueno, nada más. Algún día agradecerás esto, verás que no vale la pena oir sin escuchar, ir demasiado deprisa. Tienes que reducir la velocidad a el ritmo de tu corazón, ese nunca te deja atrás, siempre termina antes que tu. La vida está que te cagas de bonita, aprende a vivirla, léete el manual y vive, es una oportunidad de ser feliz, más corta o más larga, pero siempre dura lo suficiente para que sea inolvidable.

Comentarios

Entradas populares de este blog

A mi pesar.

 Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo.  Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...

Ya no quiere ser fuerte.

Ya no salta. Piensa que se ha hecho mayor y que ya nadie quiere jugar a ser el astronauta que va saltando sobre sus lunares. Dice que está triste, que el mundo está triste. Y eso la hace estar más triste aún. Se le ha escapado una sonrisa, corred y pedid un deseo. Deseo no estar aquí. Deseo ser libre atada a sus brazos. No me acuerdo, pero era preciosa. Y educada, siempre me preguntaba si quería echar otro. Adivinadlo, no estoy hablando de pitis. Cuando el sol se pone su mundo se agita, se vuelca, se consume. No se siente capacitada para vivir sola, y define sola: sin ti. Mira por la ventana buscando excusas, un viento que venga con propósitos y dos cojones para reformar su corazón, su cajita fuerte. Grita a sabiendas de que no la escuchan, pide auxilio en voz baja porque no quiere que nadie la suba a su espalda. Le dan miedo las alturas, pero volar es su hijo pequeño, el amor arcano del que no ve sólo porque no quiere ver. Hace laberintos en su mente, se pierde por un mundo que...

Bajo cero.

Apostaría y empezaría todo esto por el final, pero  las cosas se complican si tu ya no estás en mis finales. Si ya después de despedirnos no miras atrás por si yo también  lo hago. Porque lo hago.  Las cosas tropezaron cuando, por inercia, dejaste de ver al mundo como  nuestro reflejo al pisar un charco.  Nos hicimos polvo cuando  el invierno decidió ponerle un  grado menos a todo esto, cuando el brillo de tus ojos  se disfrazó de querer seguir aquí, mientras todo el resto de tu cuerpo había salido corriendo.  Porque el hielo quema, y tu risa da vida.  La suerte habla por ahí de ti, y vaya si da envidia.  Empezar por querer, y querer acabar por quererse.  Ojalá el amor fuera poesía, chocolate, películas y palomitas.  Y no tú, ni las caricias porque sí. Me cuesta mirar a través de ti, y si te quitas del medio me quedo ciego. Será cierto que no quise darme la vuelta, pero es que tu paisaje era tan bonito. No sé, por estas co...