¿De qué vale el alcohol? Si te levantas peor que cuando te acostaste. No vuelvo a beber más, lo juro. Aunque jurar no me sirva ya de nada, nadie se traga mis palabras, ni siquiera yo mismo. Otro jodido domingo de resaca peleando conmigo mismo por tus pestañas. Cuando llevas una peste encima tan grande, te das asco a ti mismo. Así me siento yo, asqueado. Soy el gilipollas más gilipollas de todos los gilipollas. No sé para qué mierda escribo esto si ni siquiera me leerás ya. Toca desahogarme, ¿y qué mejor forma que romperme por dentro para no demostrarlo por fuera? Aunque sinceramente, me gustaría desahogarme contigo. Darte un puto beso por cada vez que pestañeo, y que cuanto más tiempo tenga cerrados los ojos, más dure ese momento. Chica, yo no quiero que vuelvas, lo que quiero es que no te vayas nunca. Un jodido yonki está menos enganchado a su mierda que yo a ti. Acostumbrado a este sin vivir. Digo sin vivir porque no vivo, agusto. Si es verdad que esta es mi vida y que puedo hacer con ella lo que me de la gana, prefiero pudrirme contigo. Y que pase el tiempo, que yo no te dejo pasar. Tu te quedas ahí, quietecita. Subida en ese puto bordillo, donde tu sonrisa era lo más precioso que podía admirar en ese momento. Vamos no me jodas, no me digas que no te gusta que te mire fijamente, si tu cara de tonta es aún más patética que la mía. Y más bonita, tropecientas millones de veces más. Venga, no me digas que me vaya, invítame a quedarme contigo, que pago yo. Estoy cansado. Medio muerto quizá. Mi padre de pequeño me enseñó que hasta en el ajedrez, el rey es débil sin su reina. Y yo no puedo más, esta jodida rutina me está matando. Pero tú que vas a saber, si no sabes lo que es estar sin ti. Sin que te esperen al otro lado del parque, mientras llovía. Y yo que no podía aguantar una puta gota más sin verte. Y ahora mírame, las gotas siguen cayendo y yo sin verte. No llueve por fuera, pero por dentro diluvia. Me ahogo y nos ahogamos, salvémonos el culo el uno al otro, joder. No acepto un no por respuesta, así que si quieres te ayudo a pronunciar el 'si'. Porque soy tu látigo y tu abrigo. Y tu mis noches de insomnio y mis putas clases de matemáticas de por la mañana. No se ya si eres tú sin mi o yo sin ti. Y créeme, la idea acojona. Nunca te acostumbres a algo, para que cuando se vaya no te falte. Y eso es lo que va mal aquí tía, me estoy enganchando a tus costillas de una manera que luego no sabré cómo cojones bajarme de ahí. Me pasará igual que siempre, una hostia más. Y que pena que tu no estés debajo para salvarme. Para quitarme toda esta mierda, para que mis noches sean contigo las mejores noches de mi vida, para reirme de ti y contigo. No para perderte ni perderme, sino para perdernos, y sobre todo, para ser eternos.
Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo. Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...
Comentarios
Publicar un comentario