Otro día más, o otro menos, qué mas da ya. Entras en la ducha, buscando un rato que intente salvarte de la rutina. Te pones tu música y, ¿te pones a cantar? Si, eso. Sin importarte lo que está fuera escuchándote, o lo que por mucho que grites, no te escucha. Vamos, abres el grifo del agua y te quedas aislado en una esquina, para que el agua fría que sale al principio no te toque. Poco a poco va cogiendo temperatura y claro, das un paso al frente y.. si, ese es el momento que buscabas. Agua caliente, bajo la que te desahogas gritando la canción de tu vida, vuestra canción. Miles de momentos pasan en esos instantes por tu mente. Miles de recuerdos amontonados uno encima del otro, no te deja tiempo para pensar en otra cosa. Es ella, ella y ella. Y, ¿cómo no iba a serlo? Si es la única persona por la que partirías todos los putos relojes del puto universo, no quieres escuchar un Tic Tac, por no querer no quieres ni que te de el aire en los labios, y se lleve el sabor de los suyos. Y besa bien, eh. Que se te caiga la baba hablando de ella. No sé, será inercia, no sale porque quiere, sale sin querer. Nadie pone la orden de que tengas que respirar a costa de una chica. Pero y cómo te mira, joder. Ojos verdosos, de esos que el mismísimo Sol se escandila cuando se refleja en ellos. Ella es diferente, ¿sabéis? Ella siempre ha sido la mejor persona del mundo contigo, no la trates de esa manera. Y no, caras tristes no tío, sal de debajo del agua y reviéntala a sonrisas, ve a buscarla, dile que la quieres, pero despacio, que le de tiempo a callarte con un puto beso. Las oportunidades no esperan toda la vida, aunque si por mi fuera, daría una nueva por ella a cada segundo. ¿Te acuerdas de esa chica? Pues tronco, no me seas imbécil, estás gastando agua para mierda.
De repente la canción que tanto te gustaba y tanto te recuerda a tu chica, está a punto de acabar. Pero lo que tu no esperabas es lo que pasa diez segundos después.
Chico, tienes la repetición activada, en cinco segundos la canción de tu vida se vuelve a escuchar de fondo. Ya medio sin voz, dejas caer las manos en las mamparas, te acuerdas de cuando escribías su nombre en el cristal de la ducha. Recuerdas cómo el agua no lograba borrarlo, pues si el agua no puede, tu tampoco. Cansado de cantar y de tantos recuerdos, te sientas en la ducha cabizbajo, a veces un poco zombie. Te sientes jodido, muerto de asco. Y no asco en plan de repulsión, sino que sientes lástima de ti mismo, porque te pierdes. Te pierdes tanto, que solo deseas que venga ella a encontrarte, no a borrarte esas heridas, sino a cicatrizarlas. A dejarlas ahí, pero que no hagan daño. Es como caerte y hacerte el fuerte cuando ella está presente.
El agua empieza ya a cubrirte los pies, y te das cuenta de que el conducto está un poco atascado. Te agachas a quitar la mierda, a intentar que el agua deje de subir. Pero ya es tarde, el agua rebosa un poco, se adueña del suelo del baño. Estás tan obsesionado con ella que se ha metido en tu cabeza completamente. Ahora sientes miedo, miedo por lo que pueda pasar y no pase. Y mientras tanto...
Agua fría.
Has agotado por completo el agua caliente. Ya no tienes fuerzas para seguir fingiendo. Ahora actúas por ti solo. Escalofríos te envuelven como cuando está en frente de ti.
Ahora sólo te queda salir, arroparte con la toalla y buscar calor.
No seas imbécil.
Si tiras la toalla, que sea para bañaros juntos.
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