Echo tanto de menos a la persona que solía ser antes de conocerte, antes de convertirme en la mitad de todo, de nada.
Qué pasa si decido rendirme y pedirte con todas mis ganas que te saltes todas las reglas de mi vida. De dónde salen estas fuerzas para no querer hacer nada que no tenga que ver contigo. A veces pienso en escribirte para que me lo devuelvas, sin el miedo a que no tengas ni una sola palabra que decirme. Porque tu silencio era el eco de aquel pozo al que me tiré de cabeza. Y, el problema, aparece cuando ves la salida y odias todo lo de fuera.
Dime como te sentirías si sentirte algo mejor supone suponer que todavía no me has soltado.
Necesitaba sentir algo, aunque sea dolor. Aunque sólo sea el mísero pellizco de azúcar de tus cafés de por la mañana.
No quiero pensar que puedo tropezar, que me enamoré desde el primer segundo que te tuve enfrente.
No sé muy bien como explicar esta parte, pero deberíais ver su espalda, es sin duda el mejor cuento para dormir que conozco.
Comentarios
Publicar un comentario