Ir al contenido principal

A.

Tendría que apagar mis ganas de vivir para no querer estar contigo.

Primero me vienes con esa cara de no saber dónde cojones estás, y yo me tiro encima fingiendo ser una brújula rota.
Luego te quedas queriendo no querer irte, y te juro que si das un paso más me muero.
Tus holas, tus abrazos, tus cosas buenas.
Tus despedidas, tu manera de hacer que el mundo cambie de color bruscamente, tus cosas malas.
Tu forma de achinar los ojos cuando no ves más que un par de manchas enfrente de ti, cosa que se vuelve absurda al pensar que esos ojos ven mucho más allá de lo que cualquier corazón puede llegar a sentir por alguien.
Tu forma de andar, de imitar esa manera que me encanta de hacer que las flores destiñan en pleno verano, por el calor, supongo.
Te juro que daría lo que fuera por volver a darte la mano si alguna vez te quedas atrás en un semáforo.
Las palomitas que tiras en el cine, o las que me dabas de tus manos tan llenas de timidez que cualquier mendigo se atrevería a decirte que la vergüenza hay que perderla.
Para ganar hay que perder, yo no quiero ganar. Quiero perder el miedo a perderte, y si eso significa ganar, quédate conmigo.
Sé que me arrepentiré si no lo haces, si no vuelves a acariciarme el pelo como si fuera un "ya basta mi niño, aquí estoy yo".
Y desde entonces no quiero dejar de verte, de sentir que mis pies se quiebran si te acercas a mi un poco más.
De insignificantes maneras te podría explicar que el mundo no quiere que estemos separados, pero eso significaría mentirle al destino.

Me prometí a mi mismo que no volvería a mentir, así que hoy voy a gritar tu nombre, por si las moscas, por si le da a tu corazón por extrañar al mío.
Por si echas de menos las alturas y los vértigos sentada a mi lado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

A mi pesar.

 Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo.  Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...

Ya no quiere ser fuerte.

Ya no salta. Piensa que se ha hecho mayor y que ya nadie quiere jugar a ser el astronauta que va saltando sobre sus lunares. Dice que está triste, que el mundo está triste. Y eso la hace estar más triste aún. Se le ha escapado una sonrisa, corred y pedid un deseo. Deseo no estar aquí. Deseo ser libre atada a sus brazos. No me acuerdo, pero era preciosa. Y educada, siempre me preguntaba si quería echar otro. Adivinadlo, no estoy hablando de pitis. Cuando el sol se pone su mundo se agita, se vuelca, se consume. No se siente capacitada para vivir sola, y define sola: sin ti. Mira por la ventana buscando excusas, un viento que venga con propósitos y dos cojones para reformar su corazón, su cajita fuerte. Grita a sabiendas de que no la escuchan, pide auxilio en voz baja porque no quiere que nadie la suba a su espalda. Le dan miedo las alturas, pero volar es su hijo pequeño, el amor arcano del que no ve sólo porque no quiere ver. Hace laberintos en su mente, se pierde por un mundo que...

Bajo cero.

Apostaría y empezaría todo esto por el final, pero  las cosas se complican si tu ya no estás en mis finales. Si ya después de despedirnos no miras atrás por si yo también  lo hago. Porque lo hago.  Las cosas tropezaron cuando, por inercia, dejaste de ver al mundo como  nuestro reflejo al pisar un charco.  Nos hicimos polvo cuando  el invierno decidió ponerle un  grado menos a todo esto, cuando el brillo de tus ojos  se disfrazó de querer seguir aquí, mientras todo el resto de tu cuerpo había salido corriendo.  Porque el hielo quema, y tu risa da vida.  La suerte habla por ahí de ti, y vaya si da envidia.  Empezar por querer, y querer acabar por quererse.  Ojalá el amor fuera poesía, chocolate, películas y palomitas.  Y no tú, ni las caricias porque sí. Me cuesta mirar a través de ti, y si te quitas del medio me quedo ciego. Será cierto que no quise darme la vuelta, pero es que tu paisaje era tan bonito. No sé, por estas co...