No sé por donde empezar. ''Quiero ser feliz''. Sí, creo que es una buena manera de hacerlo. Mientras lo pienso no estoy triste. Se supone que ir hacia una meta es coger una escalera o ascensor hacia arriba, y caminar triste hacia ellas es ir cuesta abajo. Tómate tu tiempo, que te espero. No tener nada mejor que hacer es un suicidio, y una putada. Deberíais hacedme caso, que estoy como una puta cabra. De qué me sirve poner en orden una catástrofe si luego una breve brisa me desequilibra. Y muchas veces se me acelera el pulso, os lo juro. Yo no controlo, no soy yo quien lleva las riendas. Me las ha robado, y no creo que venga en son de paz a devolvérmelas. Quiere algo a cambio. Mi vida. Ojalá. Estoy siendo muy peculiar, ¿a que sí? Joder, es que así tampoco hay quien sea diferente. No se puede ser diferente si no sientes algo distinto. Los helados de nata saben todos iguales. Deja de comer, que te vicias. Es que no puedo parar. Siempre la misma excusa de mierda. Al final termino agotado, ya veréis. Pero no porque no pueda más, sino porque no quiero. Pero siempre acabo queriendo, muchísimo. La vida es esa bazofia llena de colores motivadores entre los que existe un gris inolvidable. Lo digo por los efectos de las fotos. Mola congelar recuerdos. No quiero vivir, al menos hasta que lo haya superado. Porque al fin y al cabo todo el mundo te pregunta sin mostrar interés, y tú abriendo ventrículos para que te escuchen, corazón. Quiero ser feliz, y para ello necesito un par de cosas: que sea fuerte, y pase rápido. Pocas veces en mi vida he deseado ser feliz con tantas ganas. Qué irónico, sólo cuando estoy triste. Pero ya se va, no os preocupéis. A veces hacemos demasiado por los demás. ¿No creéis? Estamos locos, que luego nos toca hacerlo también por nosotros mismos. Yo me bajo, que esto se está empinando demasiado. Pasa vértigo tú, que yo ya he estado a la altura.
Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo. Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...
Comentarios
Publicar un comentario