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He pecado.

Hasta que la gota aprenda a colmar, supongo. Se supone que es así de necesario, como el albor trata a los ojos que lo contemplan. Buscando el rasguño de paz, la calada de sosiego. Nunca ha sido nunca. 

El azar se repite, la judería deshabitada. Intenté encontrar un columpio libre, no un parque vacío. Gusanitos llegan, gusanitos van. Unos mutan, otros matan. Unos flirtean, otros se estremecen. No son tan largos los años. 

Lleva siendo mentira desde ayer, desde que decidí creer. Desde que dije sí a lo que siempre dije no. Desde que las nubes se encierran a llorar. Desde que el desierto es capaz de ahogarse.

Kilómetros de silencio, años luz de oscuridad. Así es la astronomía, un mausoleo de estrellas dignas de haber muerto. Ya casi estoy. 

Fermenté en la aceptación, calcinado hasta el hueso, como los huracanes se llevan hasta lo que no necesitan. Épocas catalogando momentos, canciones que consiguen sacar el sabor de la desgracia.

He pecado, pero aún estoy planteándome si voy a arrepentirme de ello.





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Letras es cuarentena.

Hay un sonido monótono que, alba tras alba, ilumina la oscuridad de la calle. Podría decirse que se esconde entre las ruedas de los automóviles y nos da a elegir entre la acera y la calzada. Ambas están empapadas del mismo frío que disfraza a la atmósfera. El silencio no necesita armas de cuchillo ni fogueo precipitado, antes de pulsar cualquier gatillo, ya podría haber matado a algunas personas. Los días son interminables pero insuficientes, como si nuestra necesidad llevara el mismo nombre de la persona que la condenó. Agachando la cabeza vi a un hombre paseando a su perro y, si la levantaba, veía un sueño hecho pesadilla. Días comunes como ningún otro, en los que el sol tiene miedo a asomarse si no ve a nadie y donde las nubes no dibujan figuritas, ya que el viento no las lleva a ninguna parte. Hacía un día precioso y no había nadie para cuestionarlo.  Para que un segundo pasase, debía presentarse como perdido y las ventanas, eran cárceles de amor y creatividad

Otro poema al que no pienso ponerle nombre.

 Una corriente que fluya como un río sin pena, que, del hedonismo haga un vórtice y se apiade de la bandera. Que hundas la ira con el celo, la víbora con la felina, el juglar con el apenado. Yo sé, ni idea, pero lo intenté. Sincronizar la brazada y el anhelo, volcar lo inhóspito hasta que se rompa el tedio. Izar, trasnochar, verter, aullar, desmedir, puntiagudizar , roer. Nunca un verbo tuvo tanta responsabilidad. Nunca una palabra tuvo tanta culpa. Nunca un poema tuvo ni una mísera solución.