De pequeño me preguntaba cómo sería de mayor.
Y ahora que soy un poco más mayor, me pregunto si todo hubiera sido exactamente igual si no hubiera escrito alguna vez lo que siento. Si, casi sin querer, nunca hubiera tirado aquella comida al suelo para alimentar a un perro o a un gato.
Todo sería un poco diferente, si ni siquiera hubiera escuchado al silencio a las 4:00 de la mañana, si el tic tac de un reloj nunca hubiera agujereado mi mente cuando yo no encontraba la llave maestra. Lo recuerdo, recuerdo cosas que se me olvidaron en casa, recuerdo cartas que nunca envié a ciertas personas por miedo a que no fueran respondidas.
Ahora las cosas son así, pero, y si nunca se me hubiera caído nada de los bolsillos, o simplemente no hubiera andado por callejuelas que no tenían música, sentido, o salida.
Tal vez habría sido mejor persona, o mis miedos no habrían organizado aquella manifestación que pude impedir y no lo hice.
O gritar, y si nunca hubiera gritado.
Y si tampoco hubiera tenido el placer de arañarle la piel a alguien, desde dentro.
Quizás el conformismo no sería igual, el placer tropezaría, o mis ganas de que alguien me tocara el pecho, el cuello, la espalda.
Algunas personas juegan a echar de menos. Yo recuerdo que, en algún momento, me faltó algo y sin embargo lo tenía todo.
Y ahora vuelvo, vuelvo para subrayar algunas líneas, algunos detalles que marcan diferencias y estaban en la lista de objetos perdidos.
Vuelvo para ponerme de pie, por eso que dicen que desde arriba se ven mejor las cosas.
Vuelvo para pedir perdón, para subirme al orgullo que calzan las victorias que he acumulado.
Pero sobretodo, sobretodo vuelvo para rendirme, para rendirme a los pies de quien hace que así sea.
Y para dar las gracias, por las oportunidades, por los -no hagas esto que está mal-.
Quiero tragarlo todo, quiero ser dueño de la lluvia para decidir cuando tener un momento frágil, que será cuando haya personas que pongan su mano, su cara, su vida.
Por esas personas también he vuelto, para decirles que he aprendido a dar volteretas y a cambiar de aires, de ánimo, porque vosotros me habéis enseñado.
Ya no me caigo tanto cuando echo a andar, incluso sé ir un poco más deprisa.
Sé nadar entre tantas estrellas, pedir el deseo correcto, en el momento oportuno.
He aprendido a entrar en las casas con las mejores maneras, incluso me atreví a entrar de puntillas en alguna que otra vida.
Todo pinta un poco mejor cuando aprendes a no ahogarte, cuando tienes una soga pero la utilizas para balancearte y así llegar un poco más lejos.
Cuando saltas, tan alto que te da miedo el suelo. Ese del que hablan cuando te dicen donde debes de tener los pies y la cabeza, mientras el corazón anda perdido entre un par de nubes.
Iría a recoger a mi corazón, pero aún no he aprendido a volar y me dan miedo los aviones.
Si alguna vez te ponen una venda en los ojos que sea para darte una sorpresa de cumpleaños.
Y la vida, lo mismo, pero con las puertas.
Una cosa por la otra, porque teta y sopa no cabe en la boca. Pero luego te dicen que donde caben dos caben tres, aunque a veces madrugas y ni dios no te ayuda.
Es como la mejor comida del mundo, solo que no te la puedes comer porque la necesitas.
Cuando tienes la sensación de poder abrir al mundo en canal y jugar a los dados contra la suerte, una flor bonita se cuela en tu jardín.
Recuerda, tú eres quien decide dejar o no, que se marchite.
Y ahora que soy un poco más mayor, me pregunto si todo hubiera sido exactamente igual si no hubiera escrito alguna vez lo que siento. Si, casi sin querer, nunca hubiera tirado aquella comida al suelo para alimentar a un perro o a un gato.
Todo sería un poco diferente, si ni siquiera hubiera escuchado al silencio a las 4:00 de la mañana, si el tic tac de un reloj nunca hubiera agujereado mi mente cuando yo no encontraba la llave maestra. Lo recuerdo, recuerdo cosas que se me olvidaron en casa, recuerdo cartas que nunca envié a ciertas personas por miedo a que no fueran respondidas.
Ahora las cosas son así, pero, y si nunca se me hubiera caído nada de los bolsillos, o simplemente no hubiera andado por callejuelas que no tenían música, sentido, o salida.
Tal vez habría sido mejor persona, o mis miedos no habrían organizado aquella manifestación que pude impedir y no lo hice.
O gritar, y si nunca hubiera gritado.
Y si tampoco hubiera tenido el placer de arañarle la piel a alguien, desde dentro.
Quizás el conformismo no sería igual, el placer tropezaría, o mis ganas de que alguien me tocara el pecho, el cuello, la espalda.
Algunas personas juegan a echar de menos. Yo recuerdo que, en algún momento, me faltó algo y sin embargo lo tenía todo.
Y ahora vuelvo, vuelvo para subrayar algunas líneas, algunos detalles que marcan diferencias y estaban en la lista de objetos perdidos.
Vuelvo para ponerme de pie, por eso que dicen que desde arriba se ven mejor las cosas.
Vuelvo para pedir perdón, para subirme al orgullo que calzan las victorias que he acumulado.
Pero sobretodo, sobretodo vuelvo para rendirme, para rendirme a los pies de quien hace que así sea.
Y para dar las gracias, por las oportunidades, por los -no hagas esto que está mal-.
Quiero tragarlo todo, quiero ser dueño de la lluvia para decidir cuando tener un momento frágil, que será cuando haya personas que pongan su mano, su cara, su vida.
Por esas personas también he vuelto, para decirles que he aprendido a dar volteretas y a cambiar de aires, de ánimo, porque vosotros me habéis enseñado.
Ya no me caigo tanto cuando echo a andar, incluso sé ir un poco más deprisa.
Sé nadar entre tantas estrellas, pedir el deseo correcto, en el momento oportuno.
He aprendido a entrar en las casas con las mejores maneras, incluso me atreví a entrar de puntillas en alguna que otra vida.
Todo pinta un poco mejor cuando aprendes a no ahogarte, cuando tienes una soga pero la utilizas para balancearte y así llegar un poco más lejos.
Cuando saltas, tan alto que te da miedo el suelo. Ese del que hablan cuando te dicen donde debes de tener los pies y la cabeza, mientras el corazón anda perdido entre un par de nubes.
Iría a recoger a mi corazón, pero aún no he aprendido a volar y me dan miedo los aviones.
Si alguna vez te ponen una venda en los ojos que sea para darte una sorpresa de cumpleaños.
Y la vida, lo mismo, pero con las puertas.
Una cosa por la otra, porque teta y sopa no cabe en la boca. Pero luego te dicen que donde caben dos caben tres, aunque a veces madrugas y ni dios no te ayuda.
Es como la mejor comida del mundo, solo que no te la puedes comer porque la necesitas.
Cuando tienes la sensación de poder abrir al mundo en canal y jugar a los dados contra la suerte, una flor bonita se cuela en tu jardín.
Recuerda, tú eres quien decide dejar o no, que se marchite.
Déjame decirte que sólo con estas palabras seguro que ya haces volar a muchas personas y no sé porque ese miedo a los aviones si tu ya estás en lo más alto. Sé que apenas te conozco pero es suficiente para darme cuenta de lo grande que eres y que personas cómo tu no se tienen el placer de conocer muchas veces en esta vida. Las personas que son capaces de mostrar al mundo lo que llevan dentro cómo tu deberían abundar un poco más en esta sociedad que está hecha añicos. Pero bueno, tu sigue adelante con todo esto y espero volver a coincidir pronto. Un abrazo tío.
ResponderEliminarMil gracias amigo. Tú lo has dicho: es complicado encontrar personas con tus gustos y soy consciente de que cuando lo haces sienta genial. Como si pudieras abrir un libro sin miedo a lo que pueda haber en su interior. Porque haya lo que haya te sorprende de un modo u otro y las sorpresas molan muchísimo. Pronto volveremos a coincidir, y déjame darte las gracias por todo, que aunque no ha sido mucho, pero si suficiente para darme cuenta también de cómo eres y estoy encantado de haberte conocido. Un fuerte abrazo tío.
Eliminar