Soy un estúpido. Solo me siento bien estando rodeado de gente pero soy como una hoguera apagada en medio de un invierno frío si tú no pones las manos delante para que te las caliente. A veces me da por pensar que si el mundo fuera mas triste de lo que es, yo sería más feliz contigo. El problema empieza a zancadillearme la vida cuando encuentras sitios mejores en los que tirarte de brazos abiertos, sigo siendo el desastre de chico que conociste, pero no he dejado de quererte, ni de decir que eres preciosa.
El otro día me atreví a sacar las fotos del cajón donde solo tú solías dejar recuerdos. Ahora están por toda mi habitación, por la cocina, tal vez por el jardín. Quise quemar todas aquellas páginas de mi diario en las que aparecías con la típica sonrisa de "me voy a comer tu mundo, aquí, y ahora", pero es de gilipollas querer olvidarte de algo que te hizo tan feliz. Se me hacen inmensos los mares en los que ya no me abrazas, el cielo parece que se puso un traje gris, porque tenía una cita con la soledad. Y yo parecía su mesero, el hombre que da y da, esperando recibir algo a cambio. Ese tio iluso, cobarde, y antagonista de todo, que solo sabe entrar en bares donde tú dejaste algo de propina para el tipo que te prometió una cena romántica en la mesa de la esquina, pero que luego se olvidó de acompañarte a casa.
Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo. Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...
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