Las noches pasaban y las estrellas fugaces me hacían pedir deseos. Desde mi ventana se veía perfectamente donde nos quedamos.
«En esa estrella» -susurré.
Y desde entonces llueve, pero a ti en cambio se te ve feliz. La Luna ya no me mira a los ojos obligándome a no dejarte escapar jamás. Y supongo que nunca quise que dejaras de ser el 'tú' de mi '¿quien soy?'.
Que sí, que lo sé todo. Te daba miedo el amor, pero joder. Dime que no piensas en mi, en lo alto que subimos un día y lo bien que se veía el mundo desde arriba. Tan solo piensa en la de veces que me dijiste lo mucho que me echabas de menos, y en cómo nos miraban los semáforos muriéndose de envidia cuando cruzábamos la calle.
Sólo prométeme una cosa, que un día volverás, pero para arrancarme por la fuerza las cosas que poco a poco me fuiste dejando, hasta el corazón. Y bueno, si te vas, cuídalo como si fuera tuyo, que en cierto modo, nunca ha dejado de serlo.
Comentarios
Publicar un comentario