Buen conjunto el de tu ropa tirada por mi suelo. Me encantaban mis pies cuando los tuyos me los pisaban para darme un beso. No creo que te hayas ido del todo. A mi aún me quedan secuelas, y algunas manos que darte por la calle. Nos rompíamos la boca cada vez que intentabamos parar el mundo. Y lo mejor era que lo conseguíamos. Aunque no hay provisiones si estoy lejos de tus caderas, siempre me gustó la pulsera echa con polvo de estrellas. Y el mar que llevaba tu nombre en lo más profundo de sus olas. Nunca olvidaré aquellos "me haces falta" que salían de tu boca. Esa que daba besos sin que yo los pidiera. Y ojalá algún día vengas a reprocharme el tiempo que te debo.
Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo. Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...
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