Ayer ví una silueta mientras dormía.
Pensé que estaba soñando, pero sentía el frío de sus manos en el cuello, como cuando me besa.
No se movía , me pareció que tenía miedo. Me acerqué un poco más y os juro que sin querer escuché su respiración. Sí, ya sé que es una cosa muy íntima, pero me sonaba familiar esa manera de contrarrestar el aire con sus labios. Todo era muy extraño, eran las tres de la mañana y creía recordar que yo había quedado.
Me senté a su lado, sin mirarla a los ojos por miedo a enamorarme.
Hola, qué haces aquí sola -pregunté- y entonces me contó una historia. Me dijo que estaba esperando a alguien, a alguien muy especial. No quise preguntar por ser un poco reservado.
También me contó que la habían dejado tirada, como siempre. A las dos de la mañana sale de casa, y se sienta en un banco del parque. Y luego espera, espera, y espera. Hasta que llega una persona y todas las noches le pregunta lo mismo. 'Hola, qué haces aquí sola.'
Entonces comprendí cuánto daño le habrían hecho, entendí el verdadero sentido del insomnio aún cuando duermes, y me di cuenta de que a pesar del frío, la soledad, o el llanto de los murciélagos vagando de noche, ella volverá a salir, volverá a congelarse el corazón con la idea de que cuando llegues, la abraces y la hagas olvidar el mal trago.
Que tenías que ser tú, el que te olvidaras de que siempre está esperándote.
Pero deberías de ser tú el olvidado, y no el que olvide, -me dijo llorando- o no ves que aunque duerma, no dejo de pensar en otra persona que no seas tú.
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