Pisé en falso solo por alcanzarte a ti.
A tus ojos, a tu yugular.
Quería verme tan cerca de tu mundo
que puse al mío en segundo plano,
como si no fuese el tiempo quien desnuda
a las personas que lo han dado todo.
Confié en que nos hubiésemos equivocado,
en que la paliza real solo era un aprendizaje más
del libro de problemas que nunca llegamos a comprar.
Jamás fui a tus clases de empatía
porque suelo llorar más con problemas ajenos
que con los míos propios.
No pedí disculpas al árbol que vio cómo nos marchamos.
Ni siquiera me digné a saludar al camino que me dejaste por delante.
Estuve un rato inmenso quieto, parado,
observando reacciones externas,
puliendo al máximo mi inconformismo
hacia una situación inevitable.
A día de hoy sigo sin comprender
cómo comprendes el hecho
de que tu cabeza, haya solapado a tu corazón.
Porque, vida mía,
tengo un nudo tan inmenso en la garganta,
que me imposibilita caminar con el alma,
pensar con los ojos,
besar con las manos.
Supongo que solo me queda entender
que sin fuego, sin llama, sin chispa,
sin remordimientos, sin defectos, ni culpabilidad,
también se puede amar a una persona.
Comentarios
Publicar un comentario