Estamos mal acostumbrados.
Creemos no saber cual es nuestro sitio hasta que alguien venga y nos lo diga.
'No estoy hecho para esto, aquí sobro.'
Tenemos en mente un lugar maravilloso pero ponemos una señal de prohibido pasar en la entrada.
Y la verdad es sentirnos abrazados, lo mas real del mundo es esa mano que te invite a pasar porque así todo es más fácil.
Pero algún día tenemos que mirar las reglas:
Tu lugar no es un sitio con esa persona, sino esa persona con muchos lugares dentro del bolso.
Esa tarjeta amarilla que te advierte de la siguiente y te obliga a no volver a fallar.
Ese castigo que te ponían en la escuela para que no volvieras a cometer el mismo error.
Lo cierto es que el disco duro está a rebosar, pero en la memoria interna siembre hay unos cuantos gigas de más dispuestos a aceptar sonrisas que te lleven por el mal camino y te acostumbren a cosas que no son las más acertadas, pero son las que te hacen más feliz.
Hoy voy a equivocarme, mañana pensaré en todo lo mal que lo he hecho, y lo haré peor.
Esto es la vida, al fin y al cabo, un paraíso lleno de desórdenes que cumplimos cuando nos da la gana, y cuando no, es por algo, somos personas y todos debemos entender que aquel sofá tan cómodo del que no te quieres levantar, está a tres pasos y a un no o un sí.
Y por supuesto.
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