Me duele la voz de no decir lo que siempre he querido que supiera.
En cierto modo envidio a los tatuadores, por la forma en la que consiguen grabar en la piel.
Algo que no se vaya con jabón, que las lágrimas no difuminen.
Ojalá nunca nadie nos hubiese enseñado a olvidar,
o dentro de cinco minutos olvidéis todo lo que digo.
Quiero gritar para mí, que se asuste la persona que llevo dentro.
Cómo se convence a uno mismo de algo que tu cabeza no soporta, que tus pies no caminan, que tu boca no podría decir nunca ni tus manos dejar de agarrar fuerte.
Lo que yo quiero deciros, es que deberíamos aprender a recordar lo que no olvidamos; porque no lo olvidamos, pero no lo queremos recordar.
Si algún día viniera alguien llorando, recordándome cuánto la quise, lloraría con ella.
Lo que no creo que vea nunca es a ese alguien, que venga de brazos abiertos recordándome cuanto me quiso.
En cierto modo envidio a los tatuadores, por la forma en la que consiguen grabar en la piel.
Algo que no se vaya con jabón, que las lágrimas no difuminen.
Ojalá nunca nadie nos hubiese enseñado a olvidar,
o dentro de cinco minutos olvidéis todo lo que digo.
Quiero gritar para mí, que se asuste la persona que llevo dentro.
Cómo se convence a uno mismo de algo que tu cabeza no soporta, que tus pies no caminan, que tu boca no podría decir nunca ni tus manos dejar de agarrar fuerte.
Lo que yo quiero deciros, es que deberíamos aprender a recordar lo que no olvidamos; porque no lo olvidamos, pero no lo queremos recordar.
Si algún día viniera alguien llorando, recordándome cuánto la quise, lloraría con ella.
Lo que no creo que vea nunca es a ese alguien, que venga de brazos abiertos recordándome cuanto me quiso.
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