¿Sabes quién es mi ídolo? Mi ídolo soy yo. Cada día soñamos con ser quien no somos. Subimos y bajamos, bajamos y subimos. Escalamos peldaños para ver quien es mejor. Pero esa no es mi lucha, no señor. Yo no quiero ser Dios, sólo que lean mis rotos pero que no piensen en mí. Mírame y trata de entender que debajo de mi piel también hay miedos. Que he caído más de lo que te crees, y que puede que a lo mejor no seamos tan distintos. Me alejo del mundo de tal forma que algunos piensan que me he quedado a vivir en otra galaxia. Pero yo puedo ser tú, y tú puedes ser yo. No hay tanta distancia como la que creamos nosotros mismos. Y yo, yo tengo una vida, una familia y una chica a la que amo.
No soy millonario, vivo en el barrio en el que me crié. Yo también tengo malas rachas, no todo va bien siempre. También me duele que me insulten, pero hay que ser fuerte. Y sí, a mí también me han roto el corazón, por eso me entiendes, por eso te entiendo. Estamos en la misma situación. Tía, no somos perfectos, nos caemos y nos levantamos, cometemos fallos y de ellos nos arrepentimos tarde o temprano.
Yo suelo pedir perdón cuando la cago y me trago el orgullo, aunque a veces no lo hago y pago por capullo. Tengo miedo y a veces me da por pensar que si mañana no estuvieras, a quién coño le iba a importar.
Por que tú y yo no somos tan distintos, nos mueve la razón y a veces hasta nos puede el instinto. Yo he salido de túneles sin luz donde creía haberme perdido para siempre, donde creí que jamás saldría y cuando te quieres dar cuenta estás viviendo de nuevo y que tienes más vidas a parte, o yo que sé. Me he perdido en tantos laberintos, muchas veces he estado al borde de un precipicio, es más, casi siempre me he lanzado a los precipicios sin pensar en qué es lo que me encontraré al fondo de cada uno. Y sí, muchas sorpresas. Nada ha resultado ser como me esperaba, quizá esperaba más de cada persona, o a lo mejor el fallo lo tuve yo por confiar en quien no debía y darle el poder de destruirme a la primera tía que pasaba por delante de mis zapatos. Luego están los precipicios en los que no te atreves a saltar por personas que andan detrás de ti para lanzarse al vacío contigo. Y yo no salté por ti. He oído decir por ahí que el tiempo lo cura todo, y yo eso no me lo creo ya. Cada vez que todo se acaba cuesta creer, puta vida injusta. Te acojona saber que lo que más quieres lo puedes perder, eh. De todo a nada en cuestion de segundos, quizá te acojone el dolor de ver con tus propios ojos cómo se nubla tu mundo. 'No llores, no voy a dejarte sola, ¿me oyes?'. No soy de salir por la puerta sin decirte que te quiero, si pudiera saldría gritándolo. A veces ni sabes qué coño está pasando y te sientes sólo, ni sabes dónde estás ni tampoco quién eres. Cuando algo desaparece, miles de cosas salen a la luz, a veces nos damos cuenta de que lo que se fue era solo un estorbo, una carga más. Y otras, sientes que te falta el aire, que no eres el mismo si no lo tienes sentado a tu lado mirándote fijamente o tal vez eches de menos que te busque tus cosquillas. Y joder, que siempre te las acaba encontrando, ella es tu punto débil, ella es 'tus cosquillas.' Que si la tocan no sabes cómo cojones vas a reaccionar pero te haces una idea, que no vas a dejar que ni Dios le haga daño, y que si le pasara algo, te vas a sentir el tío más culpable y gilipollas del planeta. Pero esto es así, la cosa es que se depende de alguien, no de algo. Y así vamos.
Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo. Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...
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