Cuantas veces hemos dejado a medias algo porque sabíamos que no acabaría como quisiéramos que acabara. La de veces que hemos cerrado los ojos, solamente para inventar un mundo totalmente diferente al que vemos ahí fuera. Cuantas veces hemos subido el volumen de la música.
Quizá sea que no nos damos cuenta de las cosas, o que no queremos darnos cuenta. No sé. Hay quienes dicen que para ser felices, basta con comer cinco piezas de fruta al día. Otros, que no se puede ser feliz sin tener un poco de tristeza en el cuerpo. Aunque suene demasiado irónico.
Hay veces en las que te levantas con el pie derecho, y pierdes el equilibrio por falta de costumbre. La maldita costumbre de que te algo te falle, o te falte. Algo por lo que te sentirías mas completo y feliz si lo tuvieras contigo cuando te apetezca. Aunque quizá deberíamos entender que todos somos alguien, no algo. Las cosas hay que pensarlas no dos veces, sino trescientas mil antes de decirlas, porque si alguien se fue, puede ser porque jamás le dijiste que se quedara. O alomejor, si nunca dices o mandas a tomar por culo lo que sientes, no pasarían las cosas que pasan. Porque a veces lo que nos esperamos es lo que nos mantiene vivos, y lo inesperado es lo que nos cambia la vida. Confundimos tener sueño, con las ganas de soñar. Y asi nos va, una cama muy grande para soñar a solas, ¿no crees?
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