Ir al contenido principal

Desátame los miedos.

Aprendí a jugar con el fuego de tal manera que acabó gustándome la sensación de terminar convertido en cenizas.
A saber que después de todo nos llevaríamos algo el uno del otro, aunque no siempre a todo el mundo le corresponda la misma parte.
Y en este caso, te tocó elegir a ti.
Poco se habla de lo que dejamos a medias, de lo que no se habla, del te va a doler si lo grito con la misma fuerza que tiene lo que no quiero pronunciar. Porque eso, eso me va a doler a mí.
Estás a tomar por culo de kilómetros y aún así siento escalofríos cuando me noto sin ti, cuando duele ahí,  justo donde no estás.
Desátame los miedos, deja que huyan y busquen cobijo en algunas mejillas de cara al sol.
Nos hicimos polvo cuando el invierno decidió ponerle un grado menos a todo esto.
Maldita sea, no sabes el mal sabor de boca que deja no terminar una historia como se merece.
Y tú, qué querías que hiciese, si yo solo no supe quererte.
A ti te dejé el resto, el resto de mi vida y un par de besos porque sí dentro del bolso.
Tampoco he creído nunca en aquellos que fingían ser dueños de una sonrisa, por eso yo me tiré a tus pies en cuanto te vi sonreír.
Y se nos fue, como quien tiene prisa por fumarse un cigarro, y es que las cosas así, que te ahogan, hay que llevarlas despacio.
Pero qué más da, si he visto al amor ponerme la zancadilla y luego reírse de mí por las hostias que me daba.
Y te juro que no tengo ni idea, que me hubiera gustado saber qué piensas de todas las caricias que se hicieron daño en los nudillos de tanto golpearte las ojeras.
No me llevo muy bien con los puntos finales, y eso tú lo debes de saber mejor que yo, que todavía ando buscando la salida entre los lunares de tu espalda.

Comentarios

Entradas populares de este blog

A mi pesar.

 Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo.  Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...

Ya no quiere ser fuerte.

Ya no salta. Piensa que se ha hecho mayor y que ya nadie quiere jugar a ser el astronauta que va saltando sobre sus lunares. Dice que está triste, que el mundo está triste. Y eso la hace estar más triste aún. Se le ha escapado una sonrisa, corred y pedid un deseo. Deseo no estar aquí. Deseo ser libre atada a sus brazos. No me acuerdo, pero era preciosa. Y educada, siempre me preguntaba si quería echar otro. Adivinadlo, no estoy hablando de pitis. Cuando el sol se pone su mundo se agita, se vuelca, se consume. No se siente capacitada para vivir sola, y define sola: sin ti. Mira por la ventana buscando excusas, un viento que venga con propósitos y dos cojones para reformar su corazón, su cajita fuerte. Grita a sabiendas de que no la escuchan, pide auxilio en voz baja porque no quiere que nadie la suba a su espalda. Le dan miedo las alturas, pero volar es su hijo pequeño, el amor arcano del que no ve sólo porque no quiere ver. Hace laberintos en su mente, se pierde por un mundo que...

Bajo cero.

Apostaría y empezaría todo esto por el final, pero  las cosas se complican si tu ya no estás en mis finales. Si ya después de despedirnos no miras atrás por si yo también  lo hago. Porque lo hago.  Las cosas tropezaron cuando, por inercia, dejaste de ver al mundo como  nuestro reflejo al pisar un charco.  Nos hicimos polvo cuando  el invierno decidió ponerle un  grado menos a todo esto, cuando el brillo de tus ojos  se disfrazó de querer seguir aquí, mientras todo el resto de tu cuerpo había salido corriendo.  Porque el hielo quema, y tu risa da vida.  La suerte habla por ahí de ti, y vaya si da envidia.  Empezar por querer, y querer acabar por quererse.  Ojalá el amor fuera poesía, chocolate, películas y palomitas.  Y no tú, ni las caricias porque sí. Me cuesta mirar a través de ti, y si te quitas del medio me quedo ciego. Será cierto que no quise darme la vuelta, pero es que tu paisaje era tan bonito. No sé, por estas co...