Ir al contenido principal

Mi novela y yo.

 El título me recuerda un poco a Juan Ramón Jiménez y a su burrito, pero no es eso. Es que un miércoles, 16 de marzo de 2022 algo hizo clic. Algo me dijo "es esto", es ahora, rápido, corre, vuela, transita, engulle, escribe, vomita.

Anoche no conseguí pegar ojo, intenté visualizar en un campo infinito de ideas la idónea, la que consiga hacer fluir la controversia y haga competencia a la desgana y al desinterés.

Personajes, personajes y más personajes. Tengo muchos, pero, ¿son suficientes? Hay que buscar algo nuevo, novedoso, poco visto y a la vez, muy vistoso. ¿Adónde los llevo? ¿Los mato? ¿Los hago sobrevivir? ¿Les dibujo cicatrices en la cara? ¿Tatuajes? ¿Complejos? ¿Conseguirán que el final tenga sentido? ¿Y el final? No estaría mal dejar un final abierto para una posible segunda parte, ¿qué podría ocurrir? Lo tengo. Lo tengo todo.

Escuchando un podcast a media noche decidí escribir hoy esta entrada. Me he levantado antes de lo previsto, he dormido relativamente poco pero al mismo tiempo tengo la fuerza suficiente como para poner mi empeño. ¿Es esto la dedicación? ¿Habré encontrado un punto donde dejar caer la constancia? ¿Podré crear un hábito de escritura a partir de aquí? Here we go again. 

Mucho que contar en un intervalo de palabras, capítulos y estructuras que amortiguarán unas y otras haciendo que el muelle se rompa, que sienta la necesidad de sustituirlo por otro y darle el mismo uso (O INCLUSO MÁS) que al anterior. 

Escribí a una amiga y le dije: 


Y lo mismo la parte sexual de todo se tergiversa con la cotidianidad haciendo que la palabra "orgasmo" signifique estallar por dentro, de cualquier manera. 

Correrte de amor, correrte de ilusión. Correrte de emoción.

Eso es lo que busco. 
Eso es lo que pienso encontrar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

A mi pesar.

 Me ha tocado ser indeleble. Adoptar al viento por la envidia del levante y la ley de la atracción que supone manejar el campo de visión que se me otorga a casi trescientos sesenta grados. Nunca tengo la periferia cubierta del todo. Siempre hay un atisbo, un espejo en ángulo muerto, un visor retro que me dice hasta cuándo estuve y la escala del cómo.  Ahora me ha dado por diseñar gráficos para comparar mi vida y obtener las malditas analíticas de cuánto he mejorado desde que nos despedimos. Lo jodido es que lleva casi un año sin actualizarse porque no tengo tiempo para pararme a pensar. Estoy mejorando, pero no sé medir la velocidad ni los peldaños. No sé en qué flaqueo ni lo que supero con creces. Mi vida es una expectativa. La realidad es que estoy cómodo, no sufro de más pero no dejo de sentirme insuficiente. La diferencia es que es muy diferente. Antes tendía a echarme a llorar y ahora suelo atenuar la importancia hasta alterar la indiferencia que me causa con respecto al ...

Ya no quiere ser fuerte.

Ya no salta. Piensa que se ha hecho mayor y que ya nadie quiere jugar a ser el astronauta que va saltando sobre sus lunares. Dice que está triste, que el mundo está triste. Y eso la hace estar más triste aún. Se le ha escapado una sonrisa, corred y pedid un deseo. Deseo no estar aquí. Deseo ser libre atada a sus brazos. No me acuerdo, pero era preciosa. Y educada, siempre me preguntaba si quería echar otro. Adivinadlo, no estoy hablando de pitis. Cuando el sol se pone su mundo se agita, se vuelca, se consume. No se siente capacitada para vivir sola, y define sola: sin ti. Mira por la ventana buscando excusas, un viento que venga con propósitos y dos cojones para reformar su corazón, su cajita fuerte. Grita a sabiendas de que no la escuchan, pide auxilio en voz baja porque no quiere que nadie la suba a su espalda. Le dan miedo las alturas, pero volar es su hijo pequeño, el amor arcano del que no ve sólo porque no quiere ver. Hace laberintos en su mente, se pierde por un mundo que...

Bajo cero.

Apostaría y empezaría todo esto por el final, pero  las cosas se complican si tu ya no estás en mis finales. Si ya después de despedirnos no miras atrás por si yo también  lo hago. Porque lo hago.  Las cosas tropezaron cuando, por inercia, dejaste de ver al mundo como  nuestro reflejo al pisar un charco.  Nos hicimos polvo cuando  el invierno decidió ponerle un  grado menos a todo esto, cuando el brillo de tus ojos  se disfrazó de querer seguir aquí, mientras todo el resto de tu cuerpo había salido corriendo.  Porque el hielo quema, y tu risa da vida.  La suerte habla por ahí de ti, y vaya si da envidia.  Empezar por querer, y querer acabar por quererse.  Ojalá el amor fuera poesía, chocolate, películas y palomitas.  Y no tú, ni las caricias porque sí. Me cuesta mirar a través de ti, y si te quitas del medio me quedo ciego. Será cierto que no quise darme la vuelta, pero es que tu paisaje era tan bonito. No sé, por estas co...