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Reivindicación por lo de nadie.


No me dejan virtualizarme con los demás,
piden a gritos golpes de silencio,
la paz estará en vuestra sangre derramada,
ni antes,              ni después.

Hay ocho siglos de diferencia entre tu pensar
y el mío, porque ya hace tiempo que dejé morir
los parásitos que masticaron mi carne.

Podré pedir perdón siempre que avance
hacia el filo de lo anormal,
de jabón habría que hacer las pompas
que maltratan al humano y al que no lo es tanto.

Mendigué a las tres de la tarde el bocata
que me comí en la plaza
a la que me llevaron
después de salir del hospital que otro construyó,
habiéndome podrido por fuera
-porque por dentro ya no compito-,
los traumas que de mí hicieron polvo.

Creo en la verdad porque nunca la he dicho
y menos, pronosticado en milésimas de los segundos
que jamás quedarán primeros.

Tengo hambre pero no basta con comer.
Tendría que apuñalar las hojas que no caen
de los árboles que regáis con demasiada prestancia.

Llegará el fin del mundo que habita en vuestra cabeza
y saldré a flote como las algas a los pies,
como el pelo al guiso
y la flor al calzado.

Podréis pisarme todo lo que queráis,
que volveré a nacer de vuestra basura.

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