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Las quincenas que me debo.


Empiezo a pensar que el futuro destiñe.

Que todo aquello que nos sostenía o que quiso sostenernos, ha decidido tomarse un descanso.
Lo que me da miedo, es pensar: ¿hasta cuándo?

No creo que exista lamento suficiente para llorar toda travesía. 

No existe, ni siquiera un quizá para tanta respuesta obvia descifrada en un lavabo.
No existe.

Preparo la voz para susurrar y repito:

''No existe''.

Todo el tiempo que he guardado para mí, lo he usado para vaciar la despensa.
He pintado caras con otros nombres y otros cuerpos.
Una luz no quiso apagarse tras yo pedirlo.
No.
Ni siquiera el humo de los fuegos donde puse la mano.
El rasgado cielo niega los siete que he subido y aún no alcanzo.

Diez.

Diez mas uno y otros catorce.

Puede que treinta o cuarenta ejércitos me lleven por los codos.
Pienso:

''Ya pelo no me queda, por dónde tiro''.

Y te da por mirar abajo y decir:





''No tires, empuja''.

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