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Mostrando entradas de junio, 2015

Vaya miedo.

De nada sirve apagar las luces si ya no me van a ayudar a meterte mano bajo las sábanas. Ahora saber de ti es una cuesta arriba interminable, y yo siempre rodando.  No barajamos bien nuestras cartas, incluso algún caballo se perdió y quiso galopar por tus pestañas. Eras desierto lleno de agua, libros repletos de frases bonitas que contar al mundo.  Una vez te esperé y creí que nunca volverías: vaya miedo. Sabes, el mundo me ha enseñado una cosa, algo que no es tuyo, porque tú no lo quieres. Me ha enseñado a ser fuerte, a gritar, me ha dicho que debo caminar por casa descalzo, perder los calcetines, me ha enseñado a besar el suelo, a recordar, a dejar ahí. No hay que reciclar amores de pegatina, porque puedes no ver donde se pega y saber perfectamente en qué lugar de tu cuerpo está. Ahí, en esa historia, en esa página. Pero por detrás, desde aquí no se puede despegar. He visto mogollón de películas de asesinatos, y yo he cambiado un poco la nuestra, aquí el crimen, siempre vuelve al lug

Lo siento.

Lo siento. Siento si te quise más veces de menos que de más. Lo siento si prometí no prometer y acabé haciéndolo por los codos. Lo siento. Siento haberte llamado universo, siento haberme estrellado en cualquier planeta de mierda. Siento haberte puesto ante todo y hacer que fueras mi escudo. Lo siento. Te pedí que fueras mi vida, cuando ni yo no sé llevarla. Te grité de puntillas que me dijeras cosas bonitas, y me estabas pasando tú. Lo siento, siento no poder sentir menos, siento que tuvieras que despedirte con las ganas de quedarte a mirar  aquel desastre, que no te iba a cambiar la vida, porque te prometí sentir, te susurré que gritáramos, pero no quería que nadie nos oyera. Entonces vi el fallo, supe que yo tal vez, no estaba hecho así sin más, del material necesario para cargarte las pilas que llevan esas ganas tan tuyas de vivir (conmigo).